
The Descendants. USA, 2011. Director: Alexander Payne. Guión: Alexander Payne, Nat Faxon y Jim Rash, sobre la novela de Kaui Hart Hemmings. Fotografía: Phedon Papamichael. Música: varios. Intérpretes: George Clooney, Judy Greer, Shailene Woodley, Matthew Lillard, Beau Bridges, Robert Forster, Mary Birdsong, Rob Huebel, Michael Ontkean, Troy Manandicm, Scott Morgan, Milt Kogan, Nick Krause.
La inmensa mayoría de los productos que llegan de Hollywood parecen haber salido de una misma maquinaria de fabricación: la planificación, el montaje, los efectos especiales, los trucos de guión,... todo parece estar cortado por un mismo patrón, o incluso cosido por el mismo sastre. La originalidad y la libertad creativa para realizar películas diferentes apenas existen, tan sólo en esos casos en los que el director es un verdadero artista que controla su producto, lejos de las presiones de un puñado de ejecutivos. Con sólo cuatro títulos anteriores (Citizen Ruth, Election, A propósito de Schmidt y Entre copas) Alexander Payne se ha convertido en uno de esos privilegiados que han conseguido hacer cine independiente con muy bajo presupuesto y lograr que su producto no se quede en una parcela minoritaria, sino todo lo contrario: sus películas se cuelan en las nominaciones de los premios más importantes, Oscars incluidos, consiguen la participación de una estrella como George Clooney, y acaban llamando la atención del gran público.
Como ya hizo en trabajos anteriores, Payne vuelve a mezclar la comedia y el drama para poner en pie un relato agridulce y reflexionar sobre la condición humana, explorando de nuevo ciertos temas que ya estaban en A propósito de Schmidt, como la crisis existencial que experimenta el protagonista al llegar a una cierta edad y el replanteamiento de ciertas decisiones que debe tomar en su vida. Los descendientes arranca con una tragedia: la esposa del abogado que interpreta Clooney sufre un accidente que la deja en coma, y él debe hacerse cargo de dos hijas a las que no ha prestado demasiada atención durante los últimos años. El difícil acercamiento a dos jovencitas rebeldes es el nudo principal de una historia en la que los personajes deberán hacer frente a sus conflictos internos y tratar de encontrar la felicidad.
Payne ha dirigido a Clooney sacando lo mejor del actor, con una magnífica interpretación en la que el galán de Hollywood prescinde de sus tics habituales y nos da la expresión justa de todo lo que transmite su personaje (el director también consiguió refrenar la mímica de Jack Nicholson en A propósito de Schmidt, y contener sus gestos tal como ahora hace con Clooney).
Por otro lado, no es nada fácil alternar con tanta soltura el drama con la comedia, y Payne lo hace con inteligencia, sin que chirríe lo más mínimo, con diálogos ingeniosos y escenas que nos pueden emocionar y hacer reír en un intervalo de pocos segundos. Es el humor dentro de la tragedia, tan contradictorio como brillante (y a veces tan real como la vida misma). Y todo lo que nos cuenta Payne lo hace sin recurrir al sentimentalismo barato que impera en tantas cintas, sin usar clichés para conseguir una lágrima fácil.
El conjunto es redondo, un filme que indaga con habilidad en la complejidad de las relaciones humanas, y que nos da una magnífica lección, sin caer en tópicos, del significado del dinero en nuestra vida y en qué consiste la fortuna y la felicidad.

