
USA, 2014. Director: Darren Aronofsky. Guión: Darren Aronofsky y John Logan. Fotografía: Matthew Libatique. Música: Clint Mansell. Intérpretes: Russell Crowe, Jennifer Connelly, Emma Watson, Anthony Hopkins, Logan Lerman, Ray Winstone, Kevin Durand, Marton Csokas, Sami Gayle y Mark Margolis.
Los amantes del cine bíblico y los que conozcan la historia de Noé, que no piensen que van a ver una película como las de antes, al estilo Cecil B. De Mille. El Noé del neoyorquino Darren Aronofsky tiene todos los vicios del cine actual: muñecos infográficos, animales de mentira (las serpientes de ordenador cantan que da gusto), estética de videoclip, la pirotecnia habitual de efectos especiales y la adopción de fórmulas convencionales propias del cine palomitero. También hay licencias de todo tipo, tantas que el Noé bíblico apenas se parece al cinematográfico (tiene más aires de Gladiator, huraño y con cara de amargado toda la película, con una venganza personal de por medio y repartiendo mamporros a lo largo de la cinta).
Para empezar, los guionistas parecen haber disfrutado más leyendo a Tolkien que la Biblia, con unos monstruos de piedra que están calcados de los Ents de la Tierra Media; y cuando aparece Hermione Granger es como si estuviéramos en el bosque de Harry Potter. Luego se inventan toda la historia de cabo a rabo: desaparecen las tres esposas de sus tres hijos, se inventan al personaje de Emma Watson, la orden de Dios es otra: acabar con la raza humana por completo, y hasta un malo malísimo se cuela de polizón en el arca y empieza a comerse a los animales. Ni siquiera el diluvio es tal diluvio, porque aquí el agua no cae toda del cielo, surge de la tierra con un montón de geiseres (así se le da más espectacularidad a la cosa, para que se luzca el departamento de efectos especiales). Y la creación del mundo en siete días está contada a golpe de montaje hip-hop (así se ha llamado la técnica que suele usar Aronofsky en sus películas).
Por otro lado, la complejidad dramática del personaje y la pretendida emoción que debe tener el relato sólo funcionan en algunos momentos, y las dos horas y cuarto que dura el metraje se resienten en numerosos baches narrativos (la parte final, por ejemplo, llega a ser soporífera y desesperante, mirando el reloj a ver si se acaba ya esto). Y eso que a los actores no se le pueden poner peros, especialmente a Jennifer Connelly como abnegada esposa de Noé (posiblemente es ella lo mejor de la película), pero ni los mejores actores del mundo pueden salvar una cinta fallida en numerosos aspectos, sin apenas intriga (sabemos muy bien lo que va a ocurrir, aunque nos hayan cambiado la historia de Noé) y bastante plúmbea en su mayor parte.

