
Alemania, 2014 Director: Christian Petzold Guión: Christian Petzold y Harun Farocki, sobre la novela "Le Retour des cendres", de Hubert Monteilhet Música: Stephan Will Fotografía: Hans Fromm Intérpretes: Nina Hoss, Ronald Zehrfeld, Uwe Preuss, Nina Kunzendorf, Michael Maertens, Uwe Preuss, Imogen Kogge, Eva Bay, Kirsten Block, Megan Gay, Valerie Koch.
Muchos son los cineastas alemanes que han indagado en las consecuencias del holocausto judío, hurgando en viejas heridas, o examinando las cicatrices del nazismo. El alemán Christian Petzold aborda esta tragedia histórica para analizar la condición humana, centrándose principalmente en una joven cantante que sobrevive a un campo de exterminio. En los meses posteriores al final de la guerra, la protagonista regresa a Berlín con el rostro destrozado por un arma de fuego. Es una mujer que no sólo ha perdido su físico, sino también (y mucho más importante) su propia alma. Tendrá que recuperar ambas cosas y resurgir de sus cenizas como un ave Fénix (el título de la cinta hace referencia a este aspecto de la trama y al nombre de un cabaret donde arranca el nudo principal de la cinta).
La reconstrucción facial de su cara le da una nueva apariencia, y su meta principal es encontrar a su marido para retomar su vida, pero las cosas han cambiado: el esposo, presuntamente, la traicionó para salvar el pellejo, entregándola a los nazis. Él la da por muerta, no la reconoce al encontrarse con ella, y lo único que le importa es una jugosa herencia que pertenece a su mujer. Lo que sí le llama la atención es el ligero parecido con su esposa, y es entonces cuando se le ocurre un plan: vestirla y maquillarla para que se asemeje más, es decir, ?revivirla? para poder cobrar la herencia. En uno de los momentos más álgidos de esta fascinante historia, es inevitable pensar en el Vértigo de Hitchcock. La protagonista también regresa de entre los muertos, y cuando el hombre comienza a vestirla lo que hace en realidad es desnudarla, sacando a la luz el semblante y la personalidad de su mujer. Para ella, el juego de la transformación es como un acto de resurrección, es como volver a su antigua vida y recuperar todo lo que perdió durante la guerra; también es una forma de revivir y olvidar la pesadilla, llegando incluso a recuperar la alegría y la esperanza de un nuevo futuro.
Además del elemento hitchkoniano, se pueden encontrar otros referentes cinéfilos, como ?Ojos sin rostro? (1963) o ?La senda tenebrosa? (1947). Incluso podríamos citar a Almodóvar con ?La piel que habito?, ya que aquí también se plantea un juego de máscaras y falsas identidades.
En cuanto al reparto, magnífica la interpretación de Nina Hoss, actriz fetiche del director (es la cuarta colaboración entre ellos); ella es la sufriente Nelly, con sus gestos contenidos, de mirada triste y abnegada, expresando a la perfección todo su vacío interior, aunque su personaje va a evolucionar desde la oscuridad a la luz. Es el símbolo de una nación que huye del terror y trata de superar el pasado, recomponiendo una vida; en el caso de ella, se resiste a la posibilidad que le ofrecen de vivir en Israel; no quiere fabricarse una nueva existencia, ella ansía volver a lo que tenía antes, necesita que todo sea igual, en compañía de su marido y cantando de nuevo (en ese sentido, ?Phoenix? tiene uno de los mejores finales vistos en mucho tiempo, cerrando la historia de forma demoledora, con una curiosa mezcla entre lo trágico y lo dulce).
También repite Ronald Zehrfeld, otro actor a tener en cuenta. Él es el marido que representa el lado más cruel de la Alemania postnazi, un tipo desalmado y egoista que trata de sobrevivir por encima de todo, aunque también es cierto que esconde sentimientos bajo una coraza de crueldad, y su estado anímico va cambiando en progresión a la ?resurrección? de su esposa. La compleja relación psicológica que se establece entre estos dos personajes está contada de forma muy inteligente, con una realización impecable, con la cámara muy atenta a cada detalle y una planificación extremadamente precisa. A ello hay que sumarle una cuidada ambientación de la época, recreando convincentemente la opresiva atmósfera en la que se mueven los protagonistas; es un mundo mísero y tenebroso, dominado por calles apenas iluminadas por una sola farola, garitos de mala muerte y apartamentos cochambrosos. Todo es tan lóbrego como el interior de los personajes de esta espléndida película.

