Frente a la boya del Perro, donde fondean los barcos esperando la marea y práctico que los ayude a subir el Guadalquivir, Vigilado por ese Faro eminente, orgullo y referencia de los chipioneros y navegantes y testigo mudo del paso de aves hacia Doñana. Donde el Guadalquivir pierde su condición de río entregándose al Atlántico. Al fondo la silueta difuminada de Doñana, la querida Argónida de nuestro José Manuel Caballero Bonald. Es ahí, en el paseo marítimo de Las Canteras, donde el Ayuntamiento Pleno de Chipiona ha querido instalar el “Mirador poeta Caballero Bonald”, inaugurado hace escasos días y dedicado a nuestro Premio Cervantes.
A pocos meses de cumplir ya 91 años Caballero Bonald conserva esa lucidez que le caracteriza desde “nativitate” para analizar la sociedad española, hablar de la Memoria Histórica, de su Generación de poetas del 50 o de la cultura en general desde su particular retiro de Montijo en Chipiona.
-¿Cómo se encuentra usted?
Nos encontramos en situación de ancianidad con los achaques y cortapisas propios de mis años que son muchos, quizás demasiados
-¿Con la cantidad de premios y distinciones importantes que ha recibido usted a lo largo de su vida, cómo se siente con éste tan humilde que le ofrece Chipiona pero con tanto cariño?
No lo considero nada humilde, al revés, es uno de los que más ilusión me ha hecho porque un paseo asomado a la playa, al mar, lleve mi nombre pues me llena de orgullo y satisfacción porque nada podía ser más de mi agrado, en ese mar que un pedazo ajardinado va a llevar mi nombre pues ese es el paisaje de mi obra, de mi vida, el paisaje marítimo, donde yo he situado buena parte de mi obra y donde he vivido mucho tiempo. Lo llevo muy adentro y agradezco de veras al ayuntamiento y a la corporación municipal que ha hecho posible ese acto. Lo único que siento de veras es no poder ir por razones de movilidad, me cuesta mucho moverme y me fatigo con mucha frecuencia.
-Una ubicación junto a su Argónida querida…
Por eso digo, tiene para mí un honor de muchos matices, sobre todo a parte del sentimental y el literario, el físico porque ahí en ese mar estoy yo reflejado. Me he criado y he vuelto con muchísima frecuencia y cada vez más hasta que me quede aquí para siempre.
-¿A qué dedica sus días en su retiro de Montijo?
Bueno ahora ya me dedico completamente a la vida contemplativa, veo pasar la vida, oigo pasar los barcos desde mi casa, ya no escribo porque la vista también la tengo muy cansada y el último libro mío, “Examen de ingenios”, que salió en la primavera pues seguramente es el último de mi larga trayectoria porque he publicado muchos libros, que siempre digo que son como los años, demasiados.
-¿Por qué se considera más poeta que novelista, quizás porque haya producido más poseía que novela o porque la siente más?
Yo pienso que la poesía envuelve todos los géneros literarios, los contamina. La prosa que no tiene algún contenido poético adolece de cierta pobreza sensible. La poesía es un factor desencadenante, una forma de entender la vida y de enfocar los asuntos que te rodean que tienen que estar también forzosamente en la prosa. La poesía es una manera de vivir y la prosa también debe reflejar esa manera de vivir.
-¿Qué nos queda de la Generación Literaria del 50?
Bueno queda un par de supervivientes, uno de ellos yo, pero yo creo que esa generación aportó a la historia de la literatura española una nueva forma de entender la literatura, la poesía sobre todo y ahí están ejemplo que han quedado ya como hitos fundamentales de la historia lineal de la literatura de posguerra, Valente, Barral, Ángel González, Gil de Biedma, Antonio Gamoneda son realmente poetas muy importantes y que forman parte ya de la mejor historia nuestra literaria.
- ¿Y el alcohol, el vino, nos servía como hilo conductor, que función tenía?, porque ha sido mal llamada generación alcohólica, pero por el hecho de gustarnos la manzanilla no quiere decir que seamos alcohólicos ¿ no?
No, por supuesto yo bebo todavía manzanilla y no me considero para nada alcohólico. Yo sólo bebo vino, antes bebía otros licores, wiski o ginebra pero todo eso lo abandoné, ya sólo bebo vino. Bueno, yo creo que en aquella época beber era una forma de enfrentarte a un ambiente mezquino, hostil, lleno de pobrezas sentimentales, físicas y humanas y el franquismo, toda la grisura del franquismo, pues luchábamos también por medio de la bebida servía también un poco de contrapeso al aburrimiento imperante.
-A un lector poco iniciado, a un alumno de un instituto, de un colegio, qué libros podríamos aconsejarle para que se iniciase en la literatura
Hay que hacer una iniciación muy delicada, no obligar a nada, aconsejar pero no imponer. Yo daría dos títulos fundamentales para los que empiezan a leer, el Alfanhuí de Sánchez Ferlosio y En salvaje compañía de Manuel Rivas. Son dos libros delicados, escritos maravillosamente que tienen un aire arcaico deliberado y a la vez muy moderno y que narran historias divertidas y locas y que son una excelente literatura. Eso dos libros son para mí dos buenas formas de iniciarte en el camino de la literatura que está lleno de recompensas por otra parte.
-¿Cómo valora la existencia de una fundación llamada Caballero Bonald cuando el autor está vivo y muy bien vivo?
La fundación va funcionando con problemas económicos, como todo, ha atravesado algunos momentos de dificultades, pero lo importante es que prevalece y ahí está todo mi archivo documental, parte de mi biblioteca, mis papeles, mis cartas, mis fotografías, mis originales de libros etc. y en este sentido estoy tranquilo porque está todo reunido en la fundación. La fundación hace un papel muy importante en la vida cultural de la zona.
-¿Cómo ha vivido los actos conmemorativos de su 90 cumpleaños?
Bueno, no hubo muchos actos, pero hubo uno en la Residencia de Estudiantes en Madrid que fue muy grato para mí porque un grupo de poetas jóvenes a los que yo admiro y creo van a ser los grandes exponentes de la poesía española actual, pues me dedicaron sus poemas. Fue una cosa muy grata y emocionante para mí, y luego que coincidió con la presentación de mi libro de Examen de ingenios que lo presentó Manuel Gutiérrez Aragón el director de cine con el que tengo una buena amistad y admiro en sus facetas de escritor y de realizador cinematográfico. De modo que ese acto tuvo para mí mucha significación y lo recuerdo con mucho afecto.
-Usted que es un gran observador de la realidad, de la sociedad española ¿cómo ve la situación actual en España?
Yo la veo como mi propia vista, muy mala, la veo muy turbia, a veces enconada, con unos enfrentamientos que parece que no son adversarios políticos o personas que piensan de distinta manera, sino enemigos irreconciliables y esto me crispa y no me gusta nada. A veces en el Parlamento se ven escenas terribles de malos modales.
-¿Cuándo se sustanciará el tema de la memoria histórica?
Es un asunto muy peliagudo que creo habría de tomar muy en serio. Revisar la Ley de la Memoria Histórica para que de una vez por toda se cumplieran muchas cosas que están pendientes y que no se han resuelto. Ahora yo por ejemplo veo cómo es posible lo que ocurre con el Pazo de Meirás, ese pueblo que en suscripción regaló al caudillo ese maravilloso espacio gallego y que todavía no haya sido expropiado y devuelto a su legítimo dueño que es el pueblo gallego. Cómo es posible que todavía haya problemas gravísimos para desenterrar a los muertos, a los asesinados que siguen en las cunetas, cómo es posible que se pongan trabas o que no se resuelva eso de una manera definitiva. Hay muchas cosas. Cómo se tarda tanto en cambiar los nombres de las calles que todavía siguen con nominadas con los generales golpistas. Cómo puede seguir el general Queipo de Llano enterrado a los pies de la Macarena en Sevilla, en fin yo cuando pienso en esas cosas me pongo bastante alterado, cosa que no suela ocurrirme, y me crispan los nervios.
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