Un nuevo episodio de esta índole en el Golfo de Cádiz, requeriría como mínimo otro terremoto de intensidad 6,3 en la escala de Richter, cuyo foco estuviera a una profundidad máxima de 100 metros bajo el fondo marino. Estas olas, nunca una sola, (de hecho la primera onda de un maremoto no es la más devastadora, pueden estar llegando olas a la orilla por espacio de varias horas), para resultar dañinas deberían llegar a la costa con una altura superior a los 10 metros; las referencias escritas del maremoto de 1755 se refieren a olas de 15 a 18 metros. Por lo que para repetirse la misma circunstancia tendría que originarse el movimiento con una intensidad entre 7,5º y 9º que es lo que se supone correspondió en la trágica fecha de 1755.
La velocidad a la que viaja la onda generada por un maremoto está en función de la profundidad del agua en el lugar donde se produce. Por ejemplo, para una profundidad de 4.000 metros, la velocidad a la que se propaga el maremoto a través del océano alcanza la cifra de 200 m/seg., 700 Km/h o 17.000 Km/día. Conforme disminuye la profundidad, al aproximarse a la costa, también decrece la velocidad. De modo que al estar muy cerca de la costa, por ejemplo a 10 metros de profundidad, tendría una velocidad mucho menor, del orden de unos 40 Km/h, pero suficiente para que no dé tiempo de reacción. La fuerza destructiva de esa gran masa de agua que remonta la playa y los edificios costeros, arrasando todo lo que encuentra a su paso, es de una dimensión extraordinaria, pero aún puede serlo más el retorno de todo ese gran volumen de agua, ayudado por la fuerza de la gravedad, que hace que se produzcan grandes corrientes vaciantes, con remolinos arrastrando hacia el mar todo lo que encuentre a su paso.
El Terremoto de Lisboa no ha sido un caso aislado en la historia de esta zona. La situación de Andalucía en el borde activo de contacto entre las placas tectónicas euroasiática y africana, ha provocado frecuentes terremotos y maremotos a lo largo de la historia. Estamos en una zona de riesgo sísmico. Es de resaltar que el sureste de la península Ibérica es la zona con mayor riesgo de terremotos de España, y el Golfo de Cádiz de maremotos.
Se tiene noticias en época histórica con estas fechas: 217 a.C.; 210 a.C.; 60 a.C.;382 d.C.; 881 d.C.; En 1504 hubo un gran terremoto en Carmona, de grado nueve. Causó graves daños en la ciudad, y sus huellas aún perduran en sus murallas. En 1531, el 26 de enero.
En 1722, el 27 de diciembre.
En 1731.
En 1755, el 1 de noviembre: el gran terremoto de Lisboa.
En 1761, el 31 de marzo.
En 1816, el 2 de febrero.
En 1848, el 23 de diciembre.
En 1.884 se produjo el llamado <<Terremoto de Andalucía>>, con epicentro en Arenas del Rey.
El último maremoto tuvo lugar en 1969, aunque sus efectos casi no se notaron en nuestras costas. Los epicentros de estos maremotos se sitúan frente al Cabo San Vicente, y son debidos al desplazamiento de las fallas existentes en la zona de contacto entre la placa de Eurasia y África que se extiende desde las Azores a Gibraltar, en dirección este-oeste. El que dominen los dislocamientos tectónicos de componente vertical aumenta la magnitud de los tsunamis.
De los maremotos de Occidente se tienen noticias desde tiempos antiguos. Posiblemente hubo alguno de trágicas consecuencias en las islas Eritheas, donde el mar penetraba con fuerza.
Según contaba, el cura Benito Jerónimo Feijoo, un mes después de ocurrido el Terremoto de Lisboa, Cádiz y su costa habían sido escenario de frecuentes seísmos desde tiempos remotos, aseguraba, citando el Diccionario Geográfico de la Martiniére y la Historia Natural del romano Plinio (libro 4, capítulo 32), que antiguamente había junto a Cádiz una isla llamada Erythia o Aphrodisia, que desapareció. <<Suponiendo que la ruina de la isla Erythia fue efecto de un terremoto igual al que padeció Cádiz en estos días>>.
Este intelectual iba aún más lejos y planteaba la hipótesis de que el mito de Hércules, quien al plantar sus dos columnas al fin de su viaje <<rompió un Istmo, o estrecho de tierra, que antes unía España con Africa>>, fuera la deformación de un <<suceso verdadero>>: un colosal terremoto que creó el Estrecho de Gibraltar.
En los anales romanos se registra un maremoto muy violento en el sur peninsular, en el año 365 d. de C. El agua se retiró de las playas en varios kilómetros para volver al cabo de unas horas. Los barcos fueron lanzados tierra adentro, se inundaron los pueblos costeros, y la multitud de ahogados se contó por millares. Se presume de que la orografía de la costa gaditana quedó muy destruida y que con este maremoto desaparecieron poblaciones como Baelo Claudia en las cercanías de Tarifa y que nuestra piedra Salmedina se separó de la hasta entonces tierra firme.
Cuenta Adolfo de Castro en su "Historia de Cádiz" que <<Todas las tierras occidentales de España temblaron el año 872 con espantoso ruido y estremecimiento: cayeron los alcázares más soberbios, y otros edificios: algunos quedaron muy quebrantados, se hundieron montes, se abrieron peñascos y el suelo por algunas partes, tragándose ciudades; el mar se retrajo y apartó de las costas, y desaparecieron en él islas y escollos. Las gentes abandonaban los pueblos y huían a las campiñas...>>
Como podemos ver existe una amplia información histórica sobre los terremotos y maremotos en nuestra zona, es algo que no podemos evitar, pero con información suficiente como ocurre en otros países como Japón, si que podemos paliar sus efectos en una gran medida.
Juan Luís Naval Molero Cronista Oficial de la Villa de Chipiona.
Para ver publicaciones anteriores: http://chipionacronista.blogspot.com.es/