Opinión
TURNO DE VISITAS
Abro los ojos y de repente me percato, por los goterones de sudor que brotan de mi frente, de que estoy ocupando el asiento del acompañante de un vehículo con el aire acondicionado estropeado. Los ventiladores del salpicadero expelen un aire recalentado y corrupto, como de leonera o cuarto mal ventilado, así que me apresuro a cerrar sus rendijas para evitar que la flama me abrase la cara. En la mano izquierda sostengo una lata de Red Bull que aún reserva un trago y entre mis pies se ha formado un amasijo ingobernable de hojas de periódico. Fuera, el aparcamiento de un recinto penitenciario, tan desolador como la superficie lunar.
