Babel y Nosotros
El mundo es, seguramente más que nunca en toda su historia, un gigantesco desacuerdo. Babel no es más que una maqueta, un boceto de la discordia y el desencuentro, un esbozo de la incomprensión sobre un planeta. No nos entendemos. Los grandes han conseguido las contrariedades de los pequeños. Han logrado el diseño de unos seres bien comunes, sujetos diariamente a los vaivenes de las avariciosas voluntades de los políticos y perdidos en el espacio de la macroeconomía. Han grabado en las lenguas la expresión universal convenida, la respuesta adecuada para el largo letargo que les beneficia: no sé, no entiendo, ¿tú qué crees? Y por no saber ya no se sabe dónde estamos de pie ni hasta cuándo dura una simple losa estable. Y siempre que la Humanidad no pisa la tierra firme del sentido común, se halla intranquila y asustada. Los políticos de todas partes la están sumergiendo en los respectivos océanos y ya se sabe: no respiramos con branquias. Ni siquiera somos anfibios. Son conscientes de eso y se han propuesto ahogarnos. En las redes sociales se urde la trama tácita de salvarnos juntos y contra ellos: pero habrá que realizar esa decisiva tarea y reaccionar a tiempo, antes de que los poderosos dispongan leyes y métodos para aislarnos. Es un nuevo y solapado comunismo capaz de llamarse Partido Popular o Socialista.
