El Catecismo de Ratzinger acepta la desobediencia civil y la pena capital
Juan Pablo II ya deseaba hace años publicar una versión reducida del catecismo mundial, por lo que encargó su elaboración en 2003 a un pequeño grupo de purpurados encabezado por el entonces cardenal Joseph Ratzinger. El Vaticano mantiene sus tesis, pero las formula de forma más breve y dialogante.
El Compendio, destinado a los católicos, considera inmoral la fecundación artificial, recuerda que los católicos divorciados y vueltos a casar no pueden comulgar, reconoce la legítima defensa y subraya que en la sociedad actual la pena de muerte no tiene sentido, aunque, como en el Catecismo, no la condena de manera contundente. Asimismo, rechaza el culto al cuerpo y el uso de drogas, y el abuso del vino, alcohol y tabaco.
El texto fue presentado por Benedicto XVI, quien dijo que no se trata de un nuevo Catecismo, sino de un texto que recupera fielmente el Catecismo de 1992, "el cual sigue manteniendo toda su importancia y autoridad".
El Compendio consta de 205 páginas y está dividido en cuatro partes y ha sido redactado en forma de diálogo, es decir, con preguntas seguidas de respuestas sintéticas, al considerar Benedicto XVI que de esta manera su lectura es más fácil y atractiva para el lector. En total son 598 preguntas.
Resalta que la familia es la célula originaria de la sociedad y que el Estado debe "respetarla, protegerla y favorecer la verdadera naturaleza del matrimonio". Del matrimonio dice que es la unión "de un hombre y una mujer" y señala que contra el mismo está el adulterio y la poligamia. Precisa que la Iglesia no puede reconocer como matrimonio la unión de "divorciados casados civilmente" y reitera que esas personas no pueden comulgar.
El texto reitera asimismo que la vida es sagrada "desde su inicio hasta su fin natural". A este respecto, reconoce la legítima defensa y el hecho de que los estados impongan penas para castigar a los culpables. Incide en que las penas deben ser proporcionales al daño causado y subraya que los casos de "absoluta necesidad de la pena de muerte son muy raros o prácticamente inexistentes", por lo que no hay necesidad de echar mano de ella. No obstante, el Compendio no rechaza frontalmente el uso de la pena de muerte.
Sí condena el homicidio, el aborto, la eutanasia y el suicidio. Está a favor del uso de analgésicos, "que no tengan como finalidad la muerte", y rechaza tajantemente el "ensañamiento" terapéutico.
El Compendio está a favor del cuidado del cuerpo, de la salud física, pero rechaza el "culto al cuerpo" y todos los excesos anejos. También condena el uso de drogas, que causan gravísimos daños a la salud y el abuso de comida, alcohol, tabaco y medicinas.
Otro punto que toca es la experimentación científica. Dice que es moralmente legítima cuando están al servicio del bien integral, pero advierte contra el uso de embriones, señalando que el derecho inalienable a la vida de cada individuo desde su concepción es un elemento constitutivo de la sociedad civil y de su legislación. "Cuando el Estado no tutela los derechos de los más débiles, entre ellos los concebidos no nacidos, se minan los pilares del estado de derecho", señala el texto.
Reconoce la paternidad responsable y considera inmoral la esterilización y la contracepción con el objetivo de impedir la procreación.
También considera inmoral la inseminación y la fecundación asistida "porque separan la procreación del acto con el que los cónyuges se entregan mutuamente, instaurando un dominio de la técnica sobre el origen y el destino de la persona".
Asimismo, rechaza el uso del semen de un donante anónimo para que la pareja tenga un hijo, señalando que toda persona tiene derecho a nacer de un padre y una madre conocidos y unidos entre ellos por el matrimonio.
El Compendio señala que cada persona tiene que aceptar su propia identidad sexual.
Sobre la guerra, considera que es justo el uso de la fuerza militar cuando existe la certeza de un duradero y grave daño, cualquier alternativa pacífica se demuestra ineficaz y con la misma se evitan daños peores.
El texto analiza los deberes de los ciudadanos, la obligación que tienen de votar, servicio a la patria, etc. Respecto a cuándo no se debe obedecer a la autoridad civil, la Iglesia considera que el ciudadano "en conciencia" no debe hacerlo cuando las leyes civiles se oponen a las exigencias del orden moral.
El Compendio señala que el infierno es la condena eterna de aquéllos que libremente han elegido el mal y, por tanto, no pueden gozar de la presencia de Dios. Señala que habrá juicio final (la sentencia de vida dichosa o condena eterna) y que será cuando acabe el mundo, que sólo Dios sabe cuándo. Respecto a la frase "fuera de la Iglesia no hay salvación", el texto precisa que la salvación viene de Cristo y que no podrán ser salvados los que conociéndole no perseveran.
No obstante, precisa que aquéllos que no conocen a Cristo, pero buscan sinceramente a Dios, pueden conseguir la salvación.
Benedicto XVI entregó ayer 11 ejemplares del Compendio a otros tantos representantes de las varias categorías del pueblo de Dios, entre ellos a una familia y a varios jóvenes. El libro también se venderá en supermercados, áreas de servicios de las autopistas y en aeropuertos, según informaron ayer los medios de comunicación italianos.