Érase una vez un superhombre que abogaba por el bienestar de todos los españoles. En una época en la que primaba la libertad, la democracia y la igualdad de derechos; su único objetivo era acabar con el mal que corrompía a la sociedad. El terrorismo.
Mientras que por la mañana pasaba desapercibido realizando su jornada laboral, al caer la noche se enfundaba en unas ceñidas mallas que dejaban relucir su virilidad, un maillot y una capa, en las que únicamente podía descifrarse una inscripción ZP - , y un símbolo una rosa - . Su vestimenta era totalmente de color rojo lo que le hacía pasar desapercibido por la noche madrileña, no tanto por la discreción de su color sino por su parecido al Chapulín colorado y la Terremoto de Alcorcón, algo que no llamaría la atención en la movida nocturna.
Zuperman se dedicaba a hacer el bien de forma desinteresada, utilizando siempre la palabra e impidiendo en la medida de lo posible la agresividad y el enfrentamiento directo, es decir, era un superhéroe a la vieja usanza con botas altas, capa y flequillo caracoleado a lo Estrellita Castro. Su único objetivo era erradicar esa lacra que desde el franquismo azotaba al país; pretendía acabar con ese enemigo tan poderoso que desde años atrás venía perturbando a la sociedad española. Sólo veía una salida, el diálogo. Salida que le provocó un grave enfrentamiento con los otros grandes superhéroes de la época, quienes afiliados a la Alianza de la doble P pretendían acabar con el mal, mediante el enfrentamiento y la lucha directa. Zuperman quedó sólo en su lucha soñando que ese ideal podía ser posible. Sueño que acabó en el jardín de la Moncloa, tras despertar de su letargo con un periódico entre las manos y cuyo titular decía: ETA abandona la tregua. Ya nada era posible, simplemente le quedaba la posibilidad de echar una nueva cabezadita y soñar en como vencer a la Alianza de la doble P en las próximas elecciones.
