
Estoy enganchada cual drogadicta irrecuperable a las Chicas Gilmore. Ahora mismo las ponen en FOX a la hora de comer, lo cual hace que las vea a trocitos...
Las dos protagonistas son Lorelai, una madre treintañera un tanto rebelde y su hija Rory, 16 años menor que ella, ya que la tuvo bastante antes de lo debido. La conservadora y adinerada madre de Lorelay nunca le perdonó tal "desliz", y desde el momento en que conoció su embarazo la recrimina constantemente por todo y ante todos.
Existen madres que no soportan perder el control de la situación. Cuando sus hijos son pequeños, mandan ellas con total absolutismo, y si sus hijos son buenos y responsables todo va bien, ya que no suelen llevarles la contraria ni discutir con ellas.
Estos hijos son los que hacen la confirmación, no viajan con sus parejas, no conviven con ellas (¡oh pecado!) hasta el día en que pasan por el Altar, contribuyen con sus sueldos a la economía familiar, no se drogan, no beben, no fuman y hasta casi que no respiran por no disgustar a sus madres...
Cuando pueden costearse por sí mismos una boda religiosa (otra opción está descartada desde el nacimiento), acuden prestos a dar tal alegría a sus arcaicas mamás, que ya se han ofrecido gustosas a acompañar a sus hijas (si son mujeres éstas, en cuyo caso la situación es aún más grave) a elegir el vestido de novia, los complementos, el restaurante, el coro celestial que cantará en la Parroquia, la fórmula para dar el sí quiero, el viaje de novios y si se tercia, el método anticonceptivo a emplear... Eso claro está, hasta que tengas tus propios hijos y sea ella la que decida de nuevo su bautizo (que tú no deseas) y su comunión (a la que te opones ya debilmente...)
No importa la edad que se tenga: si a los 40 años decides por fin que ya está bien, que debes dirigir tu propia vida, que no quieres ni necesitas más consejos de la época de Franco, que la asignatura de la ciudadanía es estupenda, tu madre te reñirá. No está acostumbrada a que tú lleves las riendas: eres un niño malo y serás castigado, al menos, con un buen rapapolvo, argumentando que te lo dice porque "para eso soy tu madre..."
Ya queda de tu elección si olvidas la bronca y continúas como hasta entonces (y sigues recibiendo rapapolvos), o si la almacenas en el disco duro de tu memoria y empiezas a dirigir tu vida como siempre te hubiera gustado.
Claro que ello conlleva un claro distanciamiento de tu progenitora. En esta vida no se puede tener todo.
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