De su trayectoria musical cuenta que ha aprendido mucho de los que le han rodeado. Aunque empezó siendo tan sólo un niño, en 1969, con el dúo «Los rocieros», que hacía con su compañero y también amigo Santiago Martín, más adelante empezaría su caminar artístico en solitario.
Y desde entonces ha llovido mucho. Saltó a la fama con las sevillanas «El desamor» y «Esas marismas azules», pero en el 74 cambió de rumbo hacia un género de su tierra, los fandangos de Huelva. Ha sido un gran estudioso del fandango, y ha escrito mucho acerca de él.
Hoy ha vuelto con las sevillanas, en su disco número 50, que dice que «son más populares», pero el fandango es su niño mimado, «el cante de reunión por excelencia. No es como una bulería, por ejemplo, en la que encuentras un principio, un final y un intermedio. Es mágico, en cinco versos de ocho sílabas se sentencia una idea que llega al corazón». Es de Bollullos Par del Condado «por los cuatro costados», pero le entusiasman las fiestas de cualquier lugar. No se puede decidir entre el Rocío, la Feria de Abril o la Semana Santa. Es, además, bético de corazón y del Recreativo porque le «tira». Pero lo que más le llena y le gusta es estar delante de su público y que le mane el arte del alma.
«Habrá que esperar a finales de abril para verlo «fandangueando», junto a Felipe Campuzano, en los escenarios de Andalucía.