
El arte es orden y la vida es desorden WALT WHITMAN
A María la conocí a los pocos días de inscribirme en meetic, ese portal de encuentros reservado a los feos, a los tímidos o a quienes consideran que las pistas de baile de las discotecas, con sus réplicas de toni manero y paris hilton de tres al cuarto, o los botellódromos, con su lodazal de vasos de plástico y potas, no son los mejores escenarios para conocer a alguien; la conocí bajo el seudónimo de nocilla experience, el título que lleva la secuela de nocilla dream, el libro de agustín fernández mayo que ya reseñé el año pasado en sevilla press por estas mismas fechas, en una conversación a través del chat que luego retomaríamos en el messenger y que sellamos con un intercambio de móviles con la pretensión de quedar algún día para conocernos en persona. el pasado domingo, bajo un cielo imflamado por un sol estival, tras pasar el día en el club deportivo de pineda detrás de la pareja formada por el jinete álvaro muñoz- escassi y la modelo mireia canalda, y de cayetano martínez de irujo, irritado por la trampa que le ha tendido amina, salía de la oficina cuando recibí un sms de maría invitándome a quedar por la tarde para tomar una cerveza, una invitación que acepté a pesar de que me hubiera gustado prepararme, ducharme, acicalarme para la ocasión. acudí a la cita, una cita a ciegas, qué riesgo, qué emoción, a pesar de que no me había dado tiempo de cambiarme, de reciclar mi look dominguero, y que me presenté en la cervecería al caer la noche con una bolsa del mercadona que llevaba dentro un taper de arroz a la marinera, una pepsi y dos plátanos que mi madre me había preparado para la cena. mientras aparcaba mi ciclomotor, volví la cabeza y divisé a través de la cristalera del local a maría, o a quien yo intuía que era maría, que ya estaba esperando sentada alrededor de una mesa, de espaldas al exterior, y una larga cabellera rubia suelta; como me temía, como podía adivinarse en la descripción de sí misma, en el relato de sus encuentros y desencuentros sentimentales, era demasiado guapa, situaba el listón demasiado alto, una impresión que fui confirmando a medida que se fue desarrollando la cita: me hallaba frente a una chica de 30 años, de ojos celestes y piel rosada, alta y sin problemas de sobrepeso como había previsto, sino sujeta a una silueta que no ahorraba en curvas y en carnalidad, pero que también participaba de la contención, educada, de ademanes y gestos sobrios, licenciada en arquitectura y supervisora en una empresa de construcción. mientras improvisábamos una cena y una conversación, en un ambiente de tapeo y disertaciones sobre fútbol que no me pareció el más apropiado (hubiera preferido la barra de bar del hotel donde se conocen los personajes interpretados por bill murray y scarlet johanson en lost in translation), le confesé a maría que me causaba bastante sorpresa que ella, con un perfil así, aún continuara soltera, cuando la mayoría de las mujeres de su generación en andalucía ya tienen planes de boda, y cuando cualquiera de los barrigudos que estaban allí, con la mata de pelo y la medalla de oro de la virgen asomándole por el pecho y la atención cautiva en el resumen del partido del betis, podían pretenderla. maría se encogió de hombros, por lo que no encontré otra solución que atribuir su estado civil a errores del azar, a la vez que una pregunta me asaltaba, rondándome insistentemente por la cabeza: ¿qué pensará cuando sepa que me desplazo en ciclomotor?

