( Discurso pronunciado en Las Ventas el 26 de octubre en un homenaje a Frascuelo, acompañada por el presidente de mi peña, Juan Montoro; el propio torero y otros convidados ).
Conocí a Frascuelo una tarde, en el programa de radio de Pedro. Me fascinó. Aquel día vi, pude ver, lo que estamos viendo ahora. Vi a un caballero. Y a un torero. Porque Frascuelo representa la imagen del torero que cualquiera de nosotros puede tener en la mente. Esa figura templada, sobria, ese perfil romántico, esos modales exquisitos, conversación pausada y sincera, elegancia en los andares, mesura en el decir, frescura a la par que experiencia y madurez.
Todo eso conforma un maestro. Que es lo que es Frascuelo, un maestro de maestros, y un maestro de los ruedos, lleno de poder y de sabiduría. Lleva nombre de diestro legendario, aquel matador que en su época se anunciaba con Lagartijo y con Guerrita, y es, este Frascuelo al que hoy homenajeamos, un torero de Madrid, con un concepto muy personal lleno de arte y de pureza, un hombre que ha luchado siempre para conseguir el sueño que albergaba.
El sueño que ha conseguido: el de triunfar en las plazas de toros.
La trayectoria de Carlos Escolar Frascuelo comenzó a mediados de la década de los 60, así que su andadura taurina consta ya de más de cuarenta años. Y no ha sido un camino fácil, la senda que recorren los toreros nunca es sencilla, está llena de dificultades, de miedos, a veces de dolor
pero ahí ha estado siempre Frascuelo, en la lucha, dispuesto a darlo todo, con la verdad por delante a diario. Sin rendirse jamás, Frascuelo nació torero y morirá ( dentro de mucho tiempo, ojalá ) torero.
Es un hombre, el que esta mañana tenemos aquí, valiente, un hombre que sabe mirar hacia el futuro y enfrentarse con valentía a las adversidades, un tipo que no se rinde ante las contrariedades, todo lo contrario, se crece con ellas, y saca más fuerza, más garra, más tesón. Frascuelo sabe muy bien qué es una cornada, porque en sus carnes vivió las que le han dado más de un toro y más de dos, y también porque su alma sensible se ha llevado las que da la vida, más duras, las de la incertidumbre, las de la malicia, de la ingratitud o de los que quieren hacer daño. Pero con todo eso ha podido Frascuelo, con todo se ha atrevido, y siempre ha resultado ganador.
Es una persona íntegra, honesta, fiel a sus pensamientos y planteamientos, noble. Frascuelo echa de menos aquella torería de antes, aquel saber estar de los matadores, aquella clase
aquellos toreros de otros tiempos que siempre sabían estar a la altura de las circunstancias
echa de menos todo eso en gran parte por el aficionado, porque Frascuelo se preocupa siempre del aficionado.
Sin duda nos encontramos ante un MAESTRO, con mayúsculas, un diestro de los de verdad, un hombre que ama la Fiesta, que la defiende, que la considera una parte importante de nuestra cultura y nuestra tradición, un matador que se entrega cada tarde, que no está ahí para amasar grandes riquezas, si no porque cree en lo que hace, porque se siente torero, porque venera su profesión, la respeta, y quiere siempre homenajearla y engrandecerla.
Este madrileño, nacido en estas tierras allá por los septiembres de 1948, ha logrado eso que a veces es tan difícil, triunfar en el propio hogar. Él ha conquistado esa batalla, se le considera un torero de Madrid, el exigente público de Las Ventas le respeta y le aprecia. Frascuelo a nadie deja indiferente, habla con sapiencia y con verdad, no se esconde, torea con sentimiento y vive como torea, y por eso puede vanagloriarse de ser una persona apreciada y querida.
De aquel Frascuelo que en septiembre de 1970 debutó en Cadalso de los Vidrios, en una novillada de Eugenio Ortega, de aquel novillero prometedor que tomó la alternativa en Barcelona en una tarde muy hermosa, o de aquel ya más maduro y sereno que el 22 de agosto de 1999 abrió la Puerta Grande en Madrid qué queda hoy?.
Queda todo. Las mismas ganas. Idéntica belleza. Iguales fuerzas. El mismo compromiso. Frascuelo no cambia, el tiempo no lo corrompe ni lo ciega, Frascuelo es el mismo, tal vez, como ocurre con los buenos vinos, este torero mejora con los años.
Para terminar, y no aburrir, les quiero decir que una tarde de este mágico verano que ya se va, que ya se ha ido, el empresario de la plaza de toros de Vitigudino, en la taurina Salamanca, contactó conmigo para que yo compusiera unos versos en honor a Frascuelo y a Luis de Pauloba, que ofrecían un mano a mano en la localidad.
Yo lo hice encantada, y el resultado es este poema dedicado a Frascuelo que ahora les ofrezco:
FRASCUELO.
Nombre legendario
llevas,
Carlos Escolar.
Maestro de maestros
eres,
estampa taurina,
aroma y valor.
Verdad y torería
en tus venas,
tibieza en tu corazón,
elegancia en tus
maneras,
y ese porte tan
torero.
Qué pureza
Qué faenas
Qué valía
Madrid se rinde a tu
entrega,
la plaza aplaude!,
nadie respira
y la mirada se nutre
del ritmo y la fantasía.
Qué alegría
está toreando Frascuelo!.
