
Dice el periodista Felix Machuca, en el ABC del 11 de diciembre, que el Ayuntamiento de Sevilla, a petición de Cuba, va a permitir la exhumación y envío de los restos mortales a la isla, de Gertrudis Gómez de Avellaneda que descansa, junto a su marido y hermano en el Cementerio de San Fernando de Sevilla. Este acto, si se realiza, estará en contra de la última voluntad de la escritora ya que dejó escrito ante notario sus últimas voluntades. El ayuntamiento de Sevilla, si es cierta esa noticia, cometerá la profanación de su cadáver. Y los sevillanos, si lo permitimos, estaremos cometiendo también un delito de profanación.
La Avellaneda fue una de las más importantes escritoras españolas del siglo XIX. Simplemente nació en Cuba, pero vivió en nuestro país desde que era joven. Sus dos grandes amores, Cepeda y Tassara; sus dos maridos, Pedro Sabater y Domingo Verdugo; su única hija, Brenilde, a la que perdió en pocos meses y toda su extensa obra nació y se desarrolló en nuestro país.
En su último testamento dice que desea ser enterrada junto a su marido en Sevilla, en el Cementerio de San Fernando ¿Cómo es posible que el ayuntamiento de Sevilla pretenda contravenir el deseo último de Gertrudis Gómez de Avellaneda?
El testamento dice:
"Ordeno que provisionalmente sea colocado mi cadáver en un nicho de la Sacramental de San Martín, San Ildefonso y San Marcos, hasta que transcurrido el tiempo señalado por la Ley, se le traslade a Sevilla, donde descansará definitivamente en la tumba de familia que allá existe en el Cementerio de San Fernando, y que fue hecho a costa mía y de mi cuñada (...) y los dos nichos del otro lado, me pertenecen a mí, queriendo sean colocados mis restos mortales en uno de ellos y en el otro los de mi marido Don Domingo Verdugo, cuyo cuerpo yace en el cementerio general de la Habana, desde diciembre de 1863; pero que es mi voluntad sea también trasladado a Sevilla a costa de la parte de mis bienes que he reservado para cumplimiento de las disposiciones contenidas en esta memoria. En el mármol que cubre los dos nichos que poseo en la indicada tumba de familia, quiero se pongan los nombres de mi marido y el mío, y que en la capilla que hay sobre el Panteón, se coloque el cuadro del Señor Crucificado, que se hallará en mi dormitorio bajo el dosel de seda encarnado..."
¿Vamos a permitir que se la lleven en contra de su última voluntad? ¿Qué pretende el Ayuntamiento de Sevilla? ¿No es acaso sagrado respetar la decisión de los muertos?

