Rafael Pérez Castillo/ Foto archivo: Donaldpress
FEDATARIO DE UN PUEBLO
¡Guadiana!
Un pretexto del agua para hacerse señora, danzarina, hermosa y bella. Inquilina de tantos cielos, en sus renglones inquietos lleva la historia de mi pueblo grabada a son de luces y mareas de vientos. Desde nuestro río, río, río, vamos a comenzar las crónicas de la vida inquieta y real, llena de ficciones y de problemas, de discursos festivos y serenatas eternas, de lutos dolorosos y manos de proyectos. ¡AYAMONTE! Pasaremos de la ciudad tierna con encantos de primera infancia, a la adolescencia febril de los enamoramientos y los sueños que se palpan. Todo se hará en una navegación de viene y va, aguas arriba y en descenso. Páginas de historia y láminas de acuarelas injertadas en pentagramas de espumas, casi de mar, que se derraman a la mar marinera. El Guadiana se ha ido al mar dejando hueco para el mar en el pueblo, por eso no es dulce en su marcha, ni su sal, en su vida blanca, perturba la canción eternamente prendida a la estrofa del sur. Este es el amanecer. Si llega el ocaso prenderé mi firma, como la túnica del sol hace en Ayamonte, sobre el papel suavemente arrugado que enmarcan las orillas del río que ha de ser mi guía. FEBRERO DE AYAMONTE Desde el Carnaval a la Cuaresma El río el Guadiana tiene toda la culpa. Ayamonte se pierde en la Historia. En esa vejez de vino bueno, los avatares multidiversos nos presentan a la ciudad como engendro fértil de todas las facetas que componen la vida. Si abrimos el capítulo de lo festivo, encontraremos abonados terrenos que iremos tocando en su devenir natural; igual pasa con las tradiciones, con lo religioso, con lo cultural, con lo doméstico, con lo artístico Esta página que no pretendo siente ningún precedente puede ser útil a los ayamontinos que pueblan el mundo porque, ciertamente, en toda la redondez del planeta, y por aquello que decíamos de la longevidad de la ciudad, hay sangre ayamontina. Sangre marinera y ayamontina que vibra con las noticias en son inverso a su lejanía. Esto, y no otra cosa, es lo que me ha movido a abrir este tipo de comunicación que nos permiten las nuevas tecnologías. Y así, ahora que el Carnaval se exhibe como señor y dominador de la naturaleza, en la flor de la primavera que se anuncia, bueno o mejor sea, que profundicemos en las raíces que en Ayamonte tiene don Carnal y esbocemos - sólo mostrar - algunos de los datos viejos que sustentan la vitalidad de tan fogoso e imprudente caballero de la ironía y la crítica popular. Se transcribe, con la fidelidad que ha sido posible, de la obra De la importancia política del Algarve en la defensa marítima de Portugal en los siglos XV a XVIII, del académico Alberto Frías y que aparece en el libro Por este río acima Crónicas del Guadiana - del portugués Antonio Rosa Mendes.
El día de carnaval de 1573, martes tres de febrero, el rey Don Sebastián no lo pasó en Tavira. En esa fecha partió para la villa fronteriza de Castro Marín tras haber oído misa en Nuestra Señora de Loreto. Después de cenar se embarcó en un bergantín que mandó venir desde Faro para ir a ver la Barra y un lugar pequeño frente a ella y frente de Ayamonte, que se llama San Antonio de Arenilla, donde fue recibido por los representantes de los marqueses de Ayamonte, entonces ausentes, y que le expresaban sus manifestaciones de cortesía.
Volvió por los lados de Ayamonte, a lo largo de las casas, llegando tan cerca de ellas en el bergantín que lo reconocían muy bien desde tierra. Muchas y hermosas mujeres se asomaban a las ventanas y tejados, y entre el repicar de las campanas, el griterío y el disparar de la artillería, no había quien se entendiese y era cosa de mucho ver.
Al medio del río fueron a esperarlo once bergantines de Ayamonte por mandato de la Marquesa, muy bien equipados y destacando sobre todos el que la Marquesa mandaba para el Rey.
El Corregidor de Ayamonte, que es un hombre hidalgo y viejo, anduvo siempre en el bergantín pegado al del Rey, siempre con el barrete en la mano. Al embarcar el rey en Castro Marim, le besaron la mano los frailes castellanos del Monasterio del Santo Francisco de Ayamonte.
Todos fueron bien atendidos y servidos de naranjadas y agua de harina por ser el día de entrudo (engrudo). La fiesta duraría más de lo que duró si la noche no sobreviniera, lo que puso a los portugueses muy tristes los cuales querían que el día durase eternamente.
El Doctor en Historia y actual Jefe de Departamento del I.E.S. Guadiana de Ayamonte, Don Antonio Manuel González Díaz, en sus estudios del Archivo Municipal de esta localidad concluye en sus averiguaciones sobre Primera referencia documental al Carnaval, y nos dice textualmente:
Hay que remontarse cerca de cuatrocientos años en la Historia, exactamente trescientos noventa, para encontrar la primera referencia documentala la afición de este pueblo por la fiesta del Carnaval. La afición al disfraz y a la transgresión a través de lo lúdico, probablemente sea anterior; pero la primera noticia, a nuestro juicio, data de 1605.
El 20 de junio de 1590, el Cabildo Capitular de Ayamonte, es decir, lo que hoy sería el Ayuntamiento, tuvo que tomar medidas de protección moral para la sociedad por la costumbre, punible para la mentalidad de los ediles del momento, que existía entre las mujeres del pueblo de ir tapadas y embozadas, de día y de noche, a sus casas de oración y ermitas como a fiestas y banquetes y particularmente a desposorios y bodas a donde asimismo acuden hombres mancebos
de donde se siguen algunos escándalos y pendencias y otros inconvenientes en deservicio de Dios Nuestro Señor, y en murmuración e inquietud de esta República
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Según la autorizada opinión del citado Doctor, el hecho recogido, que es exponente de arraigadas tradiciones, no necesariamente tiene que serlo de la fiesta del Carnaval. Sin embargo encuentra otra referencia documental que incluso se atreve a calificar como el primer acto oficial del Carnaval de Ayamonte.
A principios del siglo XVII, cuando la villa de Ayamonte no vivía, precisamente, momentos muy felices, brotes epidémicos de peste, hambre, enfermedad, aislamiento
, a pesar de estas adversidades, el 20 de abril de 1605 el Cabildo de Ayamonte se ve obligado a celebrar el nacimiento del que sería futuro Felipe IV, organizando un programa de festejos entre los que estuvo la primera referencia que se viene anunciando.
A una procesión a la que asistirían todos los miembros del Cabildo, y caso contrario, pagarían una multa de doce reales y pasarían seis días en la cárcel, seguiría la instalación de luminarias en las calles y lugares destacados, tales como el castillo, el baluarte de las Angustias, el Palacio del Marqués y el Convento de San Francisco También todas las casas tenían obligación de poner luces esa noche si no querían sus moradores ser multados con seiscientos maravedís. Los vecinos venían obligados a barrer las calles, ya que la falta de limpieza también podía acarrear hasta diez días de cárcel. Se añadirían fuegos de pólvora y disparos de varias salvas desde el Baluarte de las Angustias, para que al oírlas los maestres de los navíos, dispararan las suyas.
Parece que no era una noche propicia para dormir y quizás por ello, además de contar con una tradición innegable para esas fechas, el Cabildo estableció un importante premio de 150 reales para el que sacare mejor invención de danzas, máscaras u otro regocijo. El jurado calificador lo compondrían dos ediles, Alonso Gómez Palacios, alcalde ordinario y el Regidor Francisco Ramírez.
En opinión del Historiador González Díaz, al considerar esta referencia como primera noticia fidedigna que se conserva en los fondos documentales de Ayamonte sobre el Carnaval, y no hay ningún motivo en contra, en el año que nos ocupa 2009 - nuestros Carnavales, también conocidos como Fiestas de la Alegría, cumplen 404 años.
Después vendrían los tiempos de las manifestaciones ocultas, la alegría asfixiada de una época que fue otra, el Carnaval pobre y de hambres que se escribía con sacrificios y miedos, pero la naturaleza hirviente, la primavera irremediable que anualmente revienta con todos los colores, dormía sin estar muerta, hasta que en. 1975, la maquinaria de la Alegría se vuelve a poner en marcha. Ayamonte sale a la calle sin timidez, con desparpajo, alumbrando con su carcajada abierta a todos los miedos pasados, saliendo al paso del anuncio de la luz y de una creación humana, que también es bueno.
El primer grupo LOS ORIENTALES.
Nombres de jóvenes y pujantes carnavaleros que van a por más. Cimientos de antiguos carnavaleros cuyas manos ya tiemblan, pero se valoran. Lugar para todos, que es lo bueno. El Carnaval con otra cara pero con la misma alma. Seguiremos con este cuplé recién iniciado, pero eso será otra entrega.
Rafael Pérez Castillo (190209)