Tras su lamentable golpeo con la mano, que concede a su selección (la francesa) la clasificación para el mundial de fútbol a costa de la eliminación de la irlandesa, el jugador Henry ha realizado unas declaraciones muy significativas: "Evidentemente, yo habría preferido que sucediera de otra forma, pero yo no soy el árbitro. No creo que nuestra clasificación sea robada". A mí eso me suena a "el fin justifica los medios".
Pero la culpa no vamos a echársela a Henry. O, al menos, no sólo a él. La culpa la tenemos, a mi juicio, todos los que formamos parte del mundillo del fútbol, aficionados incluidos, desde luego. Comportamientos como el de Henry no reciben los castigos que merecen, tanto en forma de sanciones deportivas (por ejemplo, no poder participar en el Mundial) como en forma de críticas tajantes por parte de toda la opinión pública (incluida la francesa, qué duda cabe). Así, al culpable le quedaría clarísimo que ha obrado mal y podría recapacitar y adoptar comportamientos diferentes en el futuro, y, sobre todo, los jóvenes no tendrían dudas acerca de la inmoralidad de ese tipo de acciones. De lo contrario, no podremos educarlos, ya que ellos no entenderán que se castigue un robo en determinados ámbitos de la vida y no en otros. Si quitar dinero a alguien consciente y voluntariamente es robar, ¿por qué no se piensa lo mismo cuando lo que se consigue es un gol en vez de dinero? Una cosa es marcar un gol ilegal en fuera de juego (uno no lo sabe) y otra es ayudarse de forma descarada con la mano para marcarlo. Esto último es un robo, no una pillería, y así hay que decírselo a los jóvenes. Basta ya de doble moral.
En la línea de "el fin justifica los medios" también están las declaraciones del seleccionador francés, Raymond Domenech: "Ahora que tenemos la clasificación, no vamos a quedarnos con detalles como el gol". ¿Detalles? Me gustaría saber si seguiría considerándolo un "detalle" en el caso de que el perjudicado hubiese sido su equipo.
Sin duda, las declaraciones más acertadas son las de un antiguo jugador irlandés, Cascarino: "Las trampas están matando el fútbol. Si Henry hubiera admitido ante el árbitro que tocó el balón con la mano, se habría ganado la admiración del mundo del deporte. Él sabía que lo había hecho mal, pero antepuso el propio interés a la justicia". Además, Cascarino critica a las autoridades futbolísticas, las cuales "nos engañan a todos con su fracaso sin fin a la hora de castigar a los que hacen trampas. Lo siento muchísimo por Irlanda y por el fútbol".
Yo también lo siento por el fútbol, un ¿deporte? moribundo en lo moral, un ¿deporte? en el que el respeto por las otras personas importa mucho menos que el resultado (o, directamente, no importa nada, por lo que se puede fingir, engañar, insultar y lo que haga falta). Por tanto, un deporte en el que la educación no tiene peso. Y cuando un deporte no tiene como base la educación, no tiene ningún valor. Ojalá pueda recuperarse. Sé que hay gente que piensa que puede cambiar la situación. Pero hay que decirlo y hay que ponerse a trabajar para ello, a pesar de los obstáculos que ponen quienes parece que desean que el fútbol se quede como está, es decir, con unas carencias morales que asustan.
No se puede ni siquiera insinuar, en ningún ámbito de la vida, que un comportamiento es bueno o no en función de si uno es visto o no por alguna persona que pueda castigarlo. Si afirmamos esa atrocidad (como decir que, si el árbitro no lo ve, en el campo vale todo), entonces uno puede matar o violar a sus semejantes si pone todo su cuidado en hacerlo en momentos y lugares en que nadie pueda observarlo. Y, por supuesto, habrá que admitir, por ejemplo, que es aceptable que un político (es decir, un servidor del pueblo) se llene los bolsillos con dinero público mediante operaciones secretas.