Diciembre ha marcado su vida. La muerte de su padre, José Miguel Fayos, impresor de oficio, le inspiró la canción Calle Betis. Murió el 20 de diciembre de 1980 "y lo enterramos el 22, el día de la Lotería". Se casó el 23 de diciembre de 1978 con Julio, su novio de toda la vida, aquel chico con el que bailando en una discoteca de Chipiona escuchó por primera vez Te llegará una rosa, la canción de Alberto Cortez que ya es fija en su repertorio. Y otro día de diciembre, este jueves 10, cruza el puente para probar la gloria.
Inauguró el teatro municipal de Gelves y desde la patria del Gallo se vino a la Maestranza de los artistas, "que no es otra que el Lope de Vega", donde Isabel ha visto cantar a Serrat y a Carlos Cano, a Nacha Guevara y a Violeta Parra. Trayecto taurino desde una calle Betis en la que sendas placas recuerdas que en una casa vivió Chicuelo y en otra nació Maera. Una calle que ayer mismo, el día que Isabel Fayos posó junto al río que baña su canción-insignia, exhibía sus afanes cotidianos: el paseante escucha el zapateado junto a la que fue Universidad de Mareantes, aquellos oficios vinculados a las naos que hacían la carrera de Indias, o el sonido del martillo en el taller de un dorador.
Triana canta pero está que trina con los diseños municipales. "Le están poniendo a la ciudad un diseño que no le pertenece", dice la cantante. "Yo siempre fui partidaria de la bicicleta, pero no es de recibo que ahora los ciclistas sean los dueños de la calle". Fue pregonera de Triana en la Velá. El lugar donde nació y sigue viviendo. Se sabía para la música desde que su madre le regaló una guitarra con 9 años. Empezó en el Conservatorio de Jesús del Gran Poder, aunque terminó la carrera en el de Triana cuando sus hijos gozaron de cierta autonomía.
Nunca es tarde. Sería la contraseña de esta trianera que terminó la carrera de Música siendo madre de familia y se abrió paso en el mundo de la canción en el tiempo de las vocaciones tardías, por usar la jerga de los legos. "Yo no vendo un físico, que soy maravillosa y guapísima. Yo vendo mis canciones. Las cantautoras tenemos esa ventaja. No tiene nada que ver que tengas unas cuantas arrugas. Yo he visto en el Lope de Vega a Chavela Vargas con más de 80 años".
Porque su primer trabajo no tuvo relación con arpegios ni coplas. "Trabajé en el estudio de arquitectura de Rafael Arévalo, uno de los más grandes de su oficio en Sevilla. Estábamos en la Palmera, un sitio con jardines interiores".
Componer una canción es como hacer una casa. Se parte de la nada, "todo arranca de una página en blanco", y hay que empezar a abrirle puertas y ventanas. Seis toros seis, diría la equivalencia taurina de esta cita de Isabel Fayos con el quinto (disco) de la tarde, aunque también saldrán canciones de sus trabajos anteriores: Calle Betis, Los renglones del alma, Tocar el cielo, Por sevillana. Es la primera vez que se enfrenta en solitario al público en un escenario que pisó en muy diferentes contextos. "En el Lope de Vega hacíamos los finales de curso de mi colegio, el Protectorado de la calle San Jacinto. Estando en el coro del Ateneo, cuando en Sevilla nadie iba a la ópera, nos pidieron que hiciéramos de comparsas para una representación de la ópera Rigoletto de Verdi".
La autora de Calle Betis fue al Lope para cantar cuando se presentó la programación del Sevilla Fútbol Club, en cuya emisora ha colaborado. Pero en estos menesteres se considera agnóstica. O de las dos orillas. También actuó con Ricardo Miño y Pepa Montes.
Pregonera de la Velá, Isabel sale al metafórico albero con una curiosa coctelera: un poema de Juan Ramón Jiménez fechado en 1916 que Jesús Bola, director musical del disco, ha ambientado en esa época; unas sevillanas de Rafael del Estad, "que fue una revolución en el género en una época monopolizada por los grupos"; y la canción de Alberto Cortez que la remite a ese verano romántico en Chipiona. "Hoy es imposible enamorarse en una discoteca. Antes escuchabas canciones de Mari Trini, Mat Monroe o Alberto Cortez. El bacalao, qué quieres que te diga, me gusta, pero con tomate".