Tras la votación de la nueva ley del aborto, queremos manifestar nuestro dolor por los no nacidos, que quedan por ley despojados de todo su valor y sus derechos, por las mujeres embarazadas en dificultades, y especialmente por quienes han puesto el pulgar hacia abajo, entre tantas mentiras y prepotencia. Agradecemos su trabajo a los senadores y diputados que han defendido la vida de todos y se han implicado de corazón en defender a los más inocentes y débiles. Ellos nos reconfortan y nos hacen no perder la confianza totalmente en el poder de servicio al bien común que debe tener la política.
A los que se regocijan porque ha salido adelante esta inicua ley, les transmitimos nuestro más sincero pésame porque su conciencia y la historia les pasarán factura. No nos gustaría estar en su piel en estos momentos. Sólo la maldad o una culpabilísima ignorancia pueden justificar tan sibilinamente una ley que de principio a fin impone la cultura de la muerte como norma suprema. Sus mandatos pasarán pero nadie podrá recuperar las vidas que por su decisión van a eliminarse de la forma más cruel e inhumana. A quienes disfrazan de libertad el asesinato de inocentes y dan la espalda a los problemas de las mujeres les deseamos que a lo largo de su vida puedan arrepentirse y reparar en algo el sufrimiento que va a arrastrar el cuerpo y el alma de tantos seres humanos. Nos produce una inmensa pena y una profunda indignación la mentira, el encubrimiento de quienes se enriquecen con sangre inocente y los favores políticos a cambio de un voto de muerte.
Pero este terrible día, lejos de desanimarnos, nos urge a actuar más fuerza, cariño y dedicación hacia los no nacidos y sus madres y hacia tantas personas que necesitan curarse de las heridas del aborto. Esta lucha no ha sido inútil y estamos seguros que muchos más se unirán a la defensa de la vida humana y su dignidad, porque hay mucha gente buena en nuestra querida y maltrecha España.
