Hay gente que no sabe ni llegar, ni estar, ni irse. Hay gente que nunca sabe que no sabe nunca. Torrijos es uno de esos individuos. Y digo individuo porque la inercia que hoy se estila de llamar señor o señora a todo el mundo, sean quienes sean, la dejo para los que consultan poco el diccionario o aquellos que no han tenido nunca delante, ni por asomo, a la categoría de personas que merecen tales títulos. Torrijos, desde el domingo, no es más que un carnet venido a menos, un carnet comunista con el eufemismo de Izquierda Unida, con las siglas de IU disimulando una raíz totalitaria que en el mundo no ha dado más que sufrimientos humanos. Adolfo Suárez fue un gran conciliador de la historia de España, pero no entenderé nunca porqué se extendió la invitación de vivir en la democracia a los que provenían ideológicamente de regímenes que han cometido crímenes de lesa humanidad. ¿Cuál es si no el expediente atroz del comunismo? Y antes del domingo, Torrijos no ha sido más que un lamentable camuflaje político de varios años -demasiados años- en el que ni él pudo llegar más alto ni Sevilla más bajo. ¡A casa! ¡Ya está bien! ¡Hasta nunca!
Dice el prenda que va a pasar a la oposición con toda dignidad. ¿Qué dignidad? Y encima no un trocito, no un poco dice el nota que va a pasar con TODA. Desde luego lo de la Plaza Nueva no era un Ayuntamiento, no era un edificio consistorial, sino un manicomio en toda regla, con todos mis respetos para los locos de verdad, porque los políticos como Torrijos tienen otro nombre, el nombre que no se debe decir porque no veas como se pone un comunista de estos cuando alguien no les sigue la corriente del sí boana.
¡Qué mal perder tiene un tío de esa calaña! Ha cargado encima el dirigente de IU contra una supuesta ofensiva "mediática, política y financiera que hemos combatido con modestia". ¡A morirse de hambre el Forges! Miguel Gallardo: dile a Álvaro Peña que deje de hacer viñetas para Sevilla Press; cógete al Torrijos, chiquillo. Y la última descomunal barbaridad de quien mama en democracia de la teta del Kremlin: La ciudadanía deja mucho que desear.
A mí todo esto me suena al tenis. Verán: durante muchos años fui un buen aficionado al deporte donde Nadal manda. Lo practiqué con más entusiasmo que facultades. Y llegué a ver muchas veces cómo quienes perdían los sets achacaban sus diarias derrotas a montones de causas: un día que si la forma de soplar el viento; otro que si los botines no eran cómodos; el de más allá que si la raqueta era Dunlop y estaba acostumbrado a la Wilson; otro día que si las pelotas estaban algo gastadas Total: que nunca les oí decir que eran muy malos. Y el Torrijos este es igual, que se va perdiendo echándole la culpa a no sé cuántas ciencias mediáticas conjuradas frente a su talento, pero el tío no tiene lo que hay que tener para reconocer que, en la cancha y los terrenos de ese servicio a los demás llamado política, no ha podido ser más malo. Un petardo. Y eso por no decir palabras de las que no sabría encajar un dictadorzuelo de estos, tan democráticos ellos y de tanta dignidad, de toda la dignidad. ¿No te jode?
José María Fuertes