Escribo hoy en esta hoja que parece rectangular, pero que solo lo parece. Si el lector se fija bien es cuadrada, y con ella le envío el primero de los vinilos que va enfundado en una de esas carpetas en las que guardábamos los singles, los sencillos, los discos pequeños, los de la cara A y la cara B. Libros enteros hay dedicados al recuerdo de aquel pequeño arte del diseño de las carátulas, donde había que ingeniárselas para llamar la atención desde las estanterías de las viejas tiendas de discos, las que cayeron en Sevilla como Pinto, Vivas Hermanos, José María Busto o, a última hora, la de Sevilla Rock. Te da por poner hoy una tienda de discos y acabas peor que Napoleón en Waterloo, pero sin destierro y trincado aquí mismo por los acreedores y el arrendador del local por no pagarle el alquiler.
Hago llegar al lector, con acuse de recibo de su afecto, los títulos de las grandes canciones -no de los temas, que eso de los temas es de la universidad, ¡qué manía con decir que vamos a interpretar un tema!-, los títulos de las grandes canciones digo en versión remasterizada y digitalizada. Es una pequeña travesura propia de quien pertenece con la misma admiración a la música y a la literatura. Se trata de jugar a llamar a las cosas de ahora con el nombre de los éxitos de ayer. De ahí lo de últimas versiones como idea general de esta serie.
Capri c´est fini es una canción francesa de los años sesenta, que hizo famosa en todo el mundo Hervé Vilard. Pero desde la década prodigiosa ha llegado hasta nuestros días sin prodigios y mezquinos, como los del último Ayuntamiento que ayer pasó, como Capri, a mejor vida. Ni en San Remo en toda su historia festivalera se hubiera interpretado mejor la genial melodía, aquella que contenía en los compases del bajo de la guitarra los latidos de un corazón. Aquí, sin embargo, hemos llegado a estar con respiración asistida por ventilación mecánica. Aquí, en Sevilla, no nos hemos quedado tiesos en la UVI de puro milagro. Más tiesos todavía de lo que estamos, que ya es decir, que ya es palmarla.
Ayer tarde la cantó Zoido. Y que conste que yo no sé si Zoido canta, pero la bordó. Tampoco sé si borda, la verdad, pero pareció Carrasquilla. Qué bien dijo, con el bastón de mando entre las manos y alzándolo en ofrecimiento a todos -¡¡¡todos!!!-, que Capri se acabó. Y que se acabó el Monteseirín, y que se acabó el Torrijos, y que se acabó la madre que parió a los trincones que no se enteran de que esto de la política es un servicio, no un beneficio.
Yo no sé muy bien si Capri c´est fini la han sacado ahora, como entonces con el francés Vilard, en la cara A, porque cara, lo que se dice cara, la que no dio Monteseirín para entregarle a Zoido el bastón de mando de la ciudad. Después de padecer tantos años como sevillano una forma inconfundible de mal estilo demócrata, tan atado y bien atado a un dictadorzuelo (que no era precisamente Franco) no va uno a extrañarse de la ausencia de quien nunca supo estar presente (y no precisamente en la Falange).
De todos modos, ¿qué relevo ni que ocho cuartos hubiera sido el de la entrega de un bastón de mando y ordeno de Monteseirín al que tomó en sus manos Zoido como bastón de poder devuelto a los sevillanos, a todos los sevillanos.
Decían los primeros versos nous n'irons plus jamais, no volveremos más. Ojalá. Dios y la democracia lo quieran.
José María Fuertes