El Presidente de la FEB, José Luis Sáez, realiza una serie de reflexiones que invitan al debate sobre la actualidad del Baloncesto Español con 2014 como telón de fondo. Puedes participar opinando vía Twitter en @JLSaezFeb o en el hastag #identificación
Si algo ha caracterizado la evolución y el crecimiento del deporte europeo a lo largo de su historia es su estructura única, piramidal e interrelacionada, que por un lado lleva desde la base hasta la elite y por otro desde las competiciones nacionales hasta las internacionales. Una estructura que ha sido y es allí donde no se ha dinamitado- la gran riqueza de una actividad que de lo deportivo ha ido dando grandes pasos hacia lo social, lo mediático y, consecuentemente, lo económico. Pero nunca a la inversa.
Y ha sido gracias a esta estructura un modelo diametralmente opuesto al estadounidense- por lo que el deporte en Europa se ha convertido en una parte importantísima y esencial del desarrollo global del continente, vivero de grandes deportistas, de no menos grandes instituciones, públicas y privadas, y de excelentes competiciones.
En la última década, todos los deportes en Europa han ido adaptándose a nuevas circunstancias o persiguiendo nuevos y más favorables oportunidades en un contexto en constante evolución, con los objetivos de reforzar su posición y relanzar un crecimiento, que no siempre es fácil de conseguir. Pero sólo el baloncesto o mejor dicho: una parte de él- se ha lanzado a la carrera, en ocasiones frenética, no sólo de cuestionar esa estructura histórica y exitosa, sino de derribarla, enarbolando la bandera de una gestión pretendidamente moderna y empresarial.
Si la revolución que en su día significó para el baloncesto español y europeo el nacimiento de la ACB y su, entonces nuevo modelo de gestión, tuvo resultados exitosos, fue precisamente por que no dinamitó el sistema ni se aisló de él sino que lo renovó, tratándolo de mejorar desde dentro. Pero no es éste el principio en el que se han basado todos los movimientos que en la última década han convertido nuestro deporte a nivel de calendario de competiciones de clubes- en un espectáculo difícil de seguir incluso por sus incondicionales. No hace falta más que analizar los datos de audiencia televisiva para darse cuenta de que tristemente hasta a estos que hace sólo unos años nos parecían poco menos que irreductibles- han ido diluyendo.
El escenario actual es conocido por todos. Lo conforman competiciones cada vez más aisladas del resto; un rompecabezas de campeonatos de definición geográfica sólo teórica el Maccabi juega la Liga Adriática- y cuya aparición y desaparición no hacen sino multiplicar la confusión; un constante carrusel de cambios en las definiciones de las propias competiciones con una condiciones de acceso difíciles de entender en las que los resultados deportivos inmediatos tienen cada vez menos importancia; una ostensible pérdida de identidad en la configuración y preservación de las plantillas; y en definitiva un claro perjuicio para las competiciones nacionales y los clubes que las sustentan, que han sido siempre la base imprescindible de esa estructura de éxito. En lugar de unir se ha dividido, y la fuerza deportiva, social, mediática y económica de la gran Marca Baloncesto ha quedado diluida en un sinfín de marcas, muchas de las cuales carecen de la potencia necesaria para contribuir a su crecimiento pero no de la capacidad de impedirlo.
El resultado que no ha sido casualidad sino producto de una politica determinada, quién sabe si encaminada precisamente a ello- era inevitable y lamentablemente salta a la vista: el baloncesto en Europa se halla sumido hoy por hoy en una crisis de identidad sin precedentes, que no es general (ningún otro deporte la sufre) ni coyuntural (el proceso viene de mucho más allá de la actual crisis) sino particular y sistémica.
Por todo ello cada semana que pasa se hace más urgente redefinir una política estratégica global y común, que no divida sino que aúne y mutiplique, y devuelva al baloncesto la condición que nunca debió haber perdido en el mapa del deporte en Europa.
