Me puedo caer, me puedo herir, puedo quebrarme, pero con eso no desaparecerá mi fuerza de voluntad Esta frase de la Madre Teresa abre el libro Nadal, pasión y coraje cuyo protagonista es uno de mis deportistas más admirados y con ella he querido iniciar esta carta porque para mí ha sido tan inspiradora como lo ha sido el ánimo y el apoyo que he recibido durante estos meses. Precisamente por esto último creo que es de justicia que hoy dé las gracias. Inmensas gracias a tanta gente que es posible que ahora mismo me deje a alguien en el tintero pero aseguro que siempre estarán en mi memoria. Personas que me han apoyado empezando, por supuesto, por mi familia y mis amigos. También los componentes de mi club, la Federación, compañeras y rivales, mi agente, médicos, fisios, aficionados, prensa... Cuando una lleva tantos entrenamientos y tantos partidos en las piernas y vive un percance como el que sufrí -dos muñecas rotas, por favor lo nunca visto-, y eso pasa a los 35 años -una auténtica viejuna, jaja-, podría parecer que no afecta tanto. Que a esta edad y con la experiencia ya estamos acostumbradas o tenemos una especie de escudo de protección, pero de verdad que tras verme durante mes y pico incapacitada para todo ¡saltan las alarmas! Los posibles escudos se caen uno a uno, poco a poco, y el miedo aparece y atenaza el cuerpo y la mente. Miedo porque amo el baloncesto, soy feliz en una pista y jugaría toda mi vida a este deporte y, sin embargo, en estos últimos años han aparecido las lesiones que no me han dejado estar ahí. Me he preguntado muchas veces por qué y otras tantas qué es lo que he hecho mal. Creo que hay una respuesta. He jugado tanto y he entrenado tantísimo que al final se paga. No somos máquinas y llega un momento en el que las piezas se empiezan a romper. A veces bromeo y digo que somos un poquito como los coches viejos a los que hay que cuidar y mimar para después salir de paseo el fin de semana. La lección es que hay que empezar a dosificar el cuerpo y, sobre todo, trabajar la mente para saber que, aunque una quiera, no podré jugar toda una vida al baloncesto. Me siento afortunada por todo lo que me ha dado este deporte, por todo el cariño que me habéis ofrecido en los buenos y, sobre todo en los malos momentos. Como dice Oprah Winfrey: Todo el mundo quiere ir contigo en la limusina, pero lo importante es tener a alguien dispuesto a coger el autobús contigo cuando la limusina se estropea. Con vuestros gestos y vuestras palabras de apoyo, me habéis ayudado a entrenar cada día, incluso cuando estaba con las escayolas a cuestas. Y eso lo agradezco en el alma porque ahora puedo decir que ha sido duro, muy duro. He llorado de dolor, de miedo, de rabia, de ganas de jugar Siempre me acordaré cuando cogí el primer balón e hice el primer tiro con Elisa, mi inseparable amiga del alma, al lado porque era importante que estuviera cerca con su inconfundible humor capaz de quitarle peso e importancia a lo evidente. Entonces pensé que esto se acababa. He sufrido muchas lesiones pero esta ha sido rara, rara, rara. Normalmente con una lesión muscular o de ligamentos la vuelta es dura pero ves progresos poco a poco, corres más despacio, compensas de un lado o de otro Pero la sensación que tuve ese primer día ¡uff! Aprender a tirar, a botar ha sido como aprender a andar de nuevo. He tenido que perder el miedo a recibir un pase fuerte, acostumbrarme al dolor en cada bote, quitarle importancia cuando un balón se me queda atrás cuando voy botando, no comerme la cabeza porque cada tiro que hago me parece diferente Ahora ya estoy al final del túnel -últimamente lo paso con bastante asiduidad y ya me conocen en el peaje, jeje-, y pese a los miedos y a los escudos que se cayeron creo que la pasión ha ganado. No sé si seré la de antes pero sí tengo la certeza de que volveré con más ganas que nunca. No sé si mi tiro habrá cambiado pero ahora puedo decir que me da igual. Lo importante para mí es que me he hecho más fuerte. He dejado atrás el miedo y no he tirado la toalla. Lo que es seguro es que estaré otra vez con mi caras, con mis gestos, con mis cosas y con mi TODO. Ya sabéis, ¡Valdemoro para lo bueno y para lo malo! Por mí, pero también por todos los que me han apoyado, aseguro que me voy a comer el parqué. Lo llevo dentro y creo que en estos momentos no hay nadie con más ganas que yo de jugar al BALONCESTO. Además haciendo repaso a todo lo que me ha pasado en los últimos meses: ¿quién sabe cuantos partidos jugaré? Los aprovecharé como si cada uno fuera el ultimo. ;-)
Un BESO a todos y en febrero ¡¡¡¡nos vemos en las canchas!!!!