
LOS OJOS DE SEVILLA
Así la dejé el Jueves Santo, de mantilla, en el extraño luto gozoso de su Semana Santa, en la juventud más hermosa del abril que empezaba. Hoy va a volver esos ojos bellísimos hacia la claridad feliz de su Feria. ¡Silencio! ¡Que está mirando Sevilla! ¡Silencio! ¡Que está sonando Sevilla! ¡Un respeto! ¡Que se divierte Sevilla! Dejémosla hacer esta raya en el agua verde y profunda de su mirada. Una semana. Sólo una semana. Siquiera una semana. No pide más que una semana.
Los que escribimos de esto o aquello, los que llevamos la sangre en la boca de clamar en el desierto, los que hacemos por mails el envío de la injusticia y la corrupción, los que colgamos en Facebook la esperanza en colores de una foto dulce y la frase de luz para seguir derroteros nuevos Abramos una tregua de paz para Sevilla. Abrirla para ella será hacerlo también para nosotros mismos: los sevillanos y el mundo al que recibiremos.
Esto no es proponer un lapsus irresponsable para cazar elefantes. Es una necesidad imperiosa del alma y el espíritu de la ciudad. Dejemos fuera un país que está cogido con alfileres, donde el optimismo ya no es más que una epidermis, tan fino y delgado como ella, sobre una musculatura de problemas difíciles. Dejemos fuera un debate sobre las disculpas de un Rey que admite haberse equivocado en la época en la que nadie asume equivocarse. Ya hablaremos de todo. Pero cuando pase la Feria.
No me extiendo. Lo prometo en un compás de servilleta breve y blanca de mostrador de caseta. Convido a la copa de oro de un ascua de luz a todas horas. Y a un tentempié para seguir aguantando, cuando la Feria termine, la que se nos viene encima.

