Es una de las anécdotas más curiosas que guardo del mundo de la música. Ángela Garrido, la guapísima directora en Sevilla de la Cadena Dial, me estaba hablando una mañana, en los estudios de la calle González Abreu, del inminente concierto de Julio Iglesias en el Auditorio de La Cartuja. Y yo le dije que no iba a ir:
-Mira, Ángela, yo soy un gran admirador de Julio Iglesias desde hace muchos años. Si no tengo todos sus discos, me falta poco. Y he acudido a varias de sus actuaciones en directo: la del Surfasaurus de Matalascañas, la de la plaza de toros de El Puerto, dos veces más en La Maestranza; pero creo que se equivoca con su concierto del Auditorio. Yo pertenezco a su más genuino público y puedo asegurarte que no nos va el planteamiento que ha hecho de poner todas las entradas al mismo precio. Los fans de Julio Iglesias no somos los de Alejandro Sanz. No valemos para pasar la madrugada con una manta y una cantimplora, no servimos para estar horas en una cola sin saber dónde vamos a acabar sentados. Preferimos pagar a base de bien una butaca, pero conociendo de antemano en qué fila se encuentra. Yo creo que ese concierto va a ser un fracaso.
Al cabo de los días de aquel comentario, y cuando ya el concierto se había celebrado, volví a coincidir con Ángela y esta me dijo:
-No sabes lo que me acordé de ti, la razón que llevabas. Y como estaba TVE para grabar en Sevilla el final de la gira, tuvieron que abrir las puertas del auditorio y dejar pasar gratis a la gente, para que ocupara los asientos y no se notaran las calvas del aforo por llenar.
Si yo soy un indicio del Partido Popular como lo fui de Julio Iglesias, el PP no vuelve a ganar unas elecciones. Por mi madre. Si no tuve hasta ahora todos los discos del PP, me falta poco. Pero no compro más ni uno.
Es lo que voté siempre, fue lo que creí mejor para España, la apuesta más segura, la esperanza más fiable. Pero se acabó, hasta aquí hemos llegado con el cuento de que el agujero se arregla cogiéndonos a todos el cuello. Hasta aquí toleré la historia de que un enorme y despiadado sacrificio personal de los españoles de bien, que nos dejamos el lomo en nuestros trabajos, vamos a resarcir lo que han tirado los políticos, incluidos los del partido de mi confianza.
Los votantes del PP -y creo no equivocarme ya a estas alturas de escuchar las posiciones de cientos de ellos- no vamos a ir más a ese concierto de burradas cada vez que abren la boca Soraya Sáenz de Santamaría, Esperanza Aguirre, Cristóbal Montoro, Cospedal, Gallardón, Antonio Beteta y, cómo no, el mismísimo Rajoy. Ese concierto para instrumentos desafinados no lo hubiera sabido arreglar ni el gran Vallejo Nájera. Los votantes hasta ahora del PP los estamos esperando en las próximas elecciones, lo mismo que miles de adeptos ya les ajustaron las cuentas en los comicios andaluces que acabaron con la carrera de Arenas. Si no me equivoco como con Julio Iglesias, los vamos a devolver a sus casas, a sus economías domésticas, a circular sin coches oficiales, a vivir sin dietas y, desde luego, a mantenerlos a raya con las urnas para que no volvamos a elegir nosotros mismos precisamente a nuestros enemigos. Vamos a intentar sacarlos de La Moncloa si no queremos que Rajoy y sus secuaces implacables, fríos y crueles nos saquen las tripas. Esto es una sangría de incompetentes que hace derramarse desde la sanidad a las prestaciones sociales más necesarias y básicas, con la crucifixión demagógica del funcionariado, al que le han puesto cada viernes una túnica negra de ruán para que haga una larga, indigna e insoportable estación de penitencia. Están señalando las soluciones donde todos sabemos que no están. Pretenden distraernos la vista del lugar auténtico de los hechos que han llegado a ser, más que políticos, delictivos.
Sin menoscabo de ninguna ideología, pues tengo grandes amigos intelectuales en todas las filiaciones de la democracia, los del PP no nos hemos bajado de un autobús de pensionistas con el bocadillo en la mano para meternos de relleno en el mitin de turno. Los del PP venimos de libros, de universidades, de pensamientos, de reflexiones, donde la cultura es mucho más que un concierto de rock subvencionado para beber litronas. Los del PP nos hemos alimentado de algo más que de coles de Bruselas, esas de las que nos quiere atragantar el que en noviembre se hizo con el poder vendiéndose de presidente del gobierno, sabiendo que no era más que el director provinciano de una sucursal.
Como pase lo de Julio Iglesias, los del PP no entramos ya en el redil ni sin pagar, si es que para entonces nos queda algo en los bolsillos para elegir. Pero hasta sin un céntimo podremos ejercer nuestro derecho al voto y acabar con quienes elegimos antes de que ellos acaben con nosotros. ¡Como pase lo de Julio Iglesias no te votamos ni los tuyos, Rajoy! Ya verás como en menos de cuatro años tu vida no sigue igual.