
El país empieza a moverse hoy escalonadamente para hacer en coche el segundo relevo de sus vacaciones. Entre unos que parten y otros que regresan, aún no forma una reunión entera ni una masa compacta que está deseando tomar las calles para gritar ¡basta! Pero la determinación -que ya no es ni intención- está en el ambiente, en los decididos comentarios de la gente. Se masca que en cuanto llegue septiembre va a ser soltar las maletas y coger las pancartas. El país está aún yéndose de cigarra de verano, pero va a volver de hormiga sin nada, saqueada en sus refugios de todo aquello que le costó tantos años conseguir. Desde la mínima tregua de cantos del estío, el país va a regresar en metamorfosis rugiendo como la marabunta.
El fuego aún sólo está en los montes, pero están jugando con él en la nación entera. Están jugando los de siempre, los que llegado el caso pueden decirse: Si sale ardiendo, evitaremos el humo.
El Gobierno es insostenible en una mentira detrás de otra. Si ayer dijo Sáenz de Santamaría que no va a haber rescate, ya sabemos por la experiencia en seguridades del Partido Popular que habrá rescate.
Mientras tanto, Rajoy sigue exprimiendo a los españoles, a los que de nobles está convirtiendo en rebeldes que ya no toleran más, que ya no aguantan más, que empiezan a hablarle de tú a tú a sus políticos, a sus gobernantes, a los banqueros, al rey, al príncipe y a las infantas si se tercia. Yo no puedo saber a ciencia cierta en qué va a acabar esto -aunque me tema lo peor-, pero de lo que estoy seguro es de que la vida pública en España no va a volver a ser lo que era.
Se están agotando, como hubieran dicho Samuelson y Schumpeter, hasta los amortiguadores de la economía que han aplazado hasta ahora muchas situaciones límite: la Iglesia, Cáritas, los comedores y, cómo no, los abuelos y sus pensiones.
Las redes sociales avanzan como soldados camuflados que arrastran el vientre contra la tierra. Hay ni más ni menos que una convocatoria multiplicándose en reenvíos a la nación entera, para que el martes 25 de septiembre el pueblo llegue desde todos los puntos de España hasta Madrid, para cercar el Congreso y permanecer allí de forma indefinida hasta conseguir la disolución de las Cortes y forzar definitivamente la reforma de la Constitución. A este paso, la dictadura de facto en la que ya vivimos fulminará las redes sociales de un plumazo o de un decretazo.
Acabando julio y a punto de comenzar los días de agosto, sigue pasando un verano peligroso en las aguas nada seguras por las que un país puede acabar yéndose a pique. Ha escrito el economista Juan Torres López que nos hunden la incompetencia y la mentira:
España está en situación límite. Tal y como desean los grandes centros del poder oligárquico europeo, la subida de los tipos a los que se coloca nuestra deuda hará imposible su financiación y así se justificará la intervención global que vienen buscando. El Banco Central Europeo está haciendo el trabajo sucio desde hace meses, dejando que los especuladores se ensañen sin hacer nada para evitarlo, pero no se puede decir que sea el único responsable. La verdad es que nuestros gobernantes son igualmente culpables de la situación extrema en la que nos encontramos porque vienen tomando desde hace meses una serie de medidas erróneas que era inevitable que nos llevaran al desastre, como hemos ido anticipando con total precisión los economistas críticos.
Nos estamos bañando aún por estos días en la lámina apacible del mar, mientras que a metros de profundidad un tiburón divisa el inconsciente movimiento de nuestros pies.

