
Hoy es el día del gran atrevimiento. Pero también el del más grande deseo. El día en el que menos soy, y el día en el que más puedo ser. Hoy es el día en que te beso la mano.
Hoy es el día en el que más se ven mis sombras, y también en el que puedo ganar más luz.
Hoy es el día en el que más puedo agachar la cabeza, y el día en el que más consigo levantar mi mirada. El día en el que más me humillo, y el día en el que más me enalteces.
Entre tu mano y mi beso hay una Anunciación. Entre mis pasos de cola lenta y tu sitio de Reina, queda una Encarnación. Y las palabras de nuestra suerte: Hágase en mí. Dios te salve, María, llena eres de Esperanza Macarena.
Entre tu mano y mi beso hay una enorme distancia de barro y de gloria, de pecado y de gracia, de tiniebla y resplandor, de quebranto y de vida, de enfermedad y salud, de desahucio y de acogida.
Entre tu mano y mi beso media un abismo que tú salvas: de penumbra y de aura, de rendición y valentía, de historia y de futuro. Un abismo, un inmenso abismo, entre mi pesadumbre y tu empuje, entre mi pequeñez y tu grandeza, entre mi genio y tu dulzura.
Entre tu mano y mi beso, Macarena, podía haber quedado el espacio insuperable de mi condición humana, divisarte por el lejano lugar de lo inalcanzable desde esta parte de tierra donde erramos y, sin embargo, hasta la que te llegas cada 18 de diciembre. Sólo porque tú quieres bajar hoy hasta el suelo de mis días, entre tu mano y mi beso no hay más que mi beso en tu mano. Si acaso, un desconcertante escalofrío que tú templas, y un desasosiego que conviertes en esperanza, tu Esperanza.

