The Monuments Men (USA-Alemania, 2014). Director: George Clooney. Guión: George Clooney y Grant Heslov, sobre el libro de Robert Edsel. Fotografía: Phedon Papamichael. Música: Alexandre Desplat. Actores: George Clooney, Matt Damon, Bill Murray, John Goodman, Cate Blanchett, Bob Balaban, Jean Dujardin, Hugh Bonneville.
De entrada, es una gozada encontrarse a un puñado de grandes actores: George Clooney, Matt Damon, Bill Murray, John Goodman, Cate Blanchett, . y el planteamiento inicial promete: un grupo de expertos en arte deben localizar y proteger (o bien arrebatarle a los nazis) un sinfín de obras valiosas que se encuentran repartidas por Europa hacia el final de la II Guerra Mundial. Tenemos por tanto una cinta bélica atípica en la que los protagonistas no son soldados, sino intelectuales con un poco de adiestramiento militar para poder infiltrarse en las líneas enemigas.
Pero conforme avanza el metraje, la promesa de una historia apasionante empieza a desinflarse, con gracietas que chirrían, parrafadas de tono reflexivo con voz en off, y varias secuencias que no aportan absolutamente nada a la trama (el cigarrillo que fuman Bill Murray y Bob Balaban con un joven nazi o el enfrentamiento con un niño francotirador). A la hora de película, cuando el sopor empieza a invadirnos, empezamos a preguntarnos por qué no les dieron un tijeretazo a esas escenas en la fase de montaje, por qué no nos cuentan algo más interesante en las dos horas de película. Hasta una escena tan insulsa como la del dentista está metida con calzador para que los protagonistas descubran algo fundamental en la trama, lo que significa forzar el guión de la forma más poco creíble.
Es inevitable pensar en Oceans Eleven una cuadrilla liderada por Clooney con el colega Matt Damon y el tono de simpática camaradería que alcanzaba la estupidez en la segunda entrega-. Hay mucho de eso en Monuments Men, pero sin gracia, cayendo en la monotonía y todo absolutamente previsible siempre sabemos lo que va a ocurrir en los siguientes cinco minutos, y hasta el final está cantado-.
Es decepcionante ver cómo se desaprovecha una buena historia que ocurrió en la realidad y cómo unos actores formidables no pueden hacer nada para levantar el desastre, porque ni el guión es convincente, ni la dirección tiene fuerza, y ni siquiera llegamos a sentir empatía por los personajes, dibujados a brochazos y casi sin perfilar la mayoría de ellos. Y encima también hay que soportar el tufillo patriótico de un grupo de yanquis que se presentan como salvadores de la cultura y la civilización occidental, rubricando el relato con una bandera americana dedicada a los rusos.