
Con la venia de mi buen amigo el maestro Manolo Melado, exégeta del género de las sevillanas, tan docto en ellas que llegó a escribir uno de sus monumentos en aquello tan bonito de quiero cruz la bahía ; y que no pudo decirlo mejor que en Conquista por sevillanas, lo de mírala cara que es la primera Con su permiso, Melado, estos renglones de preferia, de mero artesano que clava las últimas puntillas de un zócalo de albero y corinto de caseta. Con su permiso, Melado, para este simple operario que enrosca la última bombilla de las que mañana estarán alumbrándonos una nueva Feria. Con su permiso, maestro, en la víspera de la alegría brindada a todo el mundo desde la bendita tierra en la que nací, y ahora que estoy a punto de dar el último remache de la pañoleta y marcharme a mi casa y dejar de escribir para empezar a vivir ¡La Feria!
Si alguien entre miles de visitantes quiere entender desde mañana a una ciudad como Sevilla, no tiene más que poner el oído y escuchar sus sevillanas. Ahí lo contamos todo, ahí lo explicamos todo, ahí se nos comprende todo. Porque la vida entera cabe en ellas. La vida va de parte a parte por los cuatro palos que las componen.
En su compás va el de nuestra propia vida en el arte de cantarlo y bailarlo todo: lo bueno y lo malo, el gozo y la pena, la llegada del amor y su despedida -que para eso el amor es un viento que igual viene que va-, lo mejor y lo peor. Todo la existencia cabe en sevillanas, toda la vida, esa que pasa y no has notado que la has vivido Cabe tanto que, a veces, cuando menos te lo esperas, como te descuides, es la letra de una sevillana la que te engancha el muslo en medio de la diversión y te deja rota y sangrando la vena safena, porque a todos nos han cantado en una noche de juerga coplas que nos han matado.
El de las sevillanas es un género agridulce según lo que canten. Quizás sea el género más humano en eso de seguir en cada caso los ánimos del corazón: exultante o a pedazos, entero o partido, con besos o con hieles. Es capaz hasta de hacer los caminos de ida y de vuelta del Rocío. Por sevillanas se supo que se amaron dos caballos -mire usted qué maravilla-. Por sevillanas hubo alguien que pasaba el puente, Triana, contigo, vida mía. Por sevillanas cartas iban y venían desde Londres a Madrid. Por sevillanas alisó las arenas el solano de las Marismas. Por sevillanas algo se muere en el alma cuando un amigo se va
Las sevillanas nos respetan en cada uno de los tiempos humanos de esta existencia que no es siempre la que deseamos. Las sevillanas tienen prevista una cadencia cortés y educada con el ritmo de nuestros pasos por la vida. Pero resulta que con ellas la vida puede caber en el breve espacio del aire donde se cruzan dos miradas. Es entonces cuando descubrimos por sevillanas que nada estaba perdido. Es entonces cuando un baile universal es capaz de redimirnos a todos mientras se escucha aquello de que si me enamoro algún día, me desenamoraré, me desenamoraré, para tener la alegría de enamorarme otra vez!!!

