España, 2015. Director: Emilio Martínez-Lázaro. Guión: Borja Cobeaga y Diego San José. Música: Roque Baños. Intérpretes: Dani Rovira, Clara Lago, Karra Elejalde, Carmen Machi, Berto Romero, Belén Cuesta, Rosa María Sardá, Alfonso Sánchez, Alberto Rodríguez, Agustín Jiménez.
Es el molde clásico que se utiliza desde la época más dorada de Hollywood y que ha sido repetido hasta la saciedad, y aún así la fórmula sigue funcionando. En ?Ocho apellidos vascos? era el modelo de ?chica dominante mete en líos al protagonista cómico y atolondrado hasta que se enamoran?, usado miles de veces desde ?La fiera de mi niña?. Ahora, en ?Ocho apellidos catalanes? usan otro modelo bien conocido: ?boda inminente que hay que impedir? (?Historias de Filadelfia?, ?El graduado?, ?La boda de mi mejor amigo? y un largo etcétera).
La segunda entrega del mayor éxito del cine español no tiene el fuelle de esas grandes comedias que todos recordamos (tampoco lo tenía la primera parte), pero sí se puede decir que estamos ante un guión más elaborado que su predecesora, con menos fisuras y más detalle en la creación de personajes y en las situaciones de enredo; sabe solventar con acierto numerosas secuencias e hilvanar las distintas tramas, no se puede negar que es un guión bien construido en su estructura y que consigue divertir y entretener.
Quizá lo que más le falta a esta segunda parte era el disparate que tenía la primera (como la primera visión del País Vasco al estilo Mordor). Aquí el tono caricaturesco es más suave, menos acentuado que en la parodia vasca, hasta le han rebajado las tintas a los ?cuñaos? (menos ?exageraos? que antes). Sí están los tópicos que se esperan, principalmente sobre el independentismo catalán, con toda clase de chistes en torno a un tema tan candente, y de refilón otros asuntos como la fortuna de los Pujol, la fuga de dinero a Andorra, el negocio en el mundo del arte o el cosmopolitismo de los barceloneses. Y ahí reside uno de los valores de la cinta: su capacidad para reírse de todo sin ofender a nadie y sin levantar una sola ampolla. Es humor blanco y a veces inteligente (otras también grueso), y fue una de las claves del éxito de ?Ocho apellidos vascos?: que tanto en el norte como en el sur nos riéramos de nosotros mismos, sin que nadie pudiera sentirse insultado.
La caricatura sigue funcionando, y a la cabeza de todos los personajes está el de Karra Elejalde, sin duda lo mejor de la película. Ahí sí está lo caricaturesco en toda su extensión, con el vasco que nunca baja al sur más allá de Burgos y que tiene prohibido a sí mismo poner un pie en Madrid. Elejalde es uno de esos actorazos que cada vez que aparece se come a sus compañeros de reparto, pero sin desmerecer el buen trabajo de todos ellos, incluyendo las novedades: un correcto Berto Romero (funciona mejor en televisión) y la estupenda Rosa María Sardá (en el casting lo tuvieron claro, no hay otra actriz más adecuada para este personaje).
En suma, ?Ocho apellidos catalanes?, a pesar de sus defectos (le ha faltado un poco más de sal y pimienta) da lo que se espera de ella, no decepciona, te hace soltar algunas carcajadas y sabe cerrar la historia con un magnífico gag para que uno salga del cine con una sonrisa en los labios.