Enrique Ponce ha vuelto brillar en México, donde ha alcanzado una gran altura artística y ha estado a punto de indultar un toro en la corrida celebrada en la Acrópolis de Puebla. La gran faena que hizo al segundo de su lote pudo terminar con el perdón de la vida del animal gracias a la maestría y al arte de Ponce, que cuajó una soberbia faena que más tarde malograría con el acero. Con todo, la afición de México volvió a disfrutar de lo mejor de su tauromaquia y vibró durante toda la faena.
Su primer toro, de Los Encinos, se paró mucho y no dio opciones. Lo recibió bien con verónicas y el animal terminó agarrándose al piso, por lo que Enrique Ponce tuvo que tirar de poder y técnica para lograr sacar los escasos pases que tenía el ejemplar. Fue una faena de entrega y mérito que culminó con estocada casi entera, resultando su labor silenciada.
Su segundo toro, también de Los Encinos, le permitió un saludo a la verónica que transmitió mucho al tendido, rematando en los medios con una media excelente. Brindó al público e inició la faena doblándose y sometiendo al burel hasta llevarlo a los medios. Las series que siguieron por ambos pitones fueron extraordinarias, recreándose en su arte, técnica y poder. La faena fue subiendo de tono, logrando así que el matador y el toro se conjugaran, envolviéndose en uno solo para crear una gran obra. La faena caló en el tendido tanto que la afición comenzó a pedir el indulto del toro y, mientras tanto, el maestro siguió toreando para exhibir las cualidades del de Los Encinos. El juez de plaza finalmente no concedió el indulto y Ponce se tiró a matar en dos ocasiones, perdiendo orejas para tan gran faena. Una pena. La afición lo aclamó y la salida al tercio se convirtió en una merecida y clamorosa vuelta al ruedo.
FICHA DEL FESTEJO:
21/04/2017 Acrópolis Puebla (México)
Se lidiaron dos toros de Marrón para rejones, dos de Los Encinos y dos de Coyotepec. El cuarto recibió arrastre lento.
Pablo Hermoso de Mendoza, palmas y dos orejas.
Enrique Ponce, silencio y vuelta tras aviso.
Héctor Gabriel Aquino, silencio y oreja.