La Catedral de Sevilla, es el monumento más visitado de la ciudad, vuelve a abrir sus puertas a lo grande. Aunque se han celebrado oficios religiosos (ordenaciones y misa crismal incluida), el primer templo de la archidiócesis permanecía cerrado a los visitantes desde mediados de marzo, cuando se declaró la alarma sanitaria por el coronavirus.
La historia comienza en marzo de 1401. Estando el Arzobispo de Sevilla en Cantillana, hasta donde había llegado huyendo de la peste, el Cabildo de la Catedral decidió en una reunión algo que sería trascendental para la Iglesia de Sevilla y también para la ciudad: la construcción de la catedral gótica. Y tal era la ilusión de los canónigos que al salir del cónclave gritaron “hagamos una catedral tan grande que aquellos que la vean nos tengan por locos”. Ahí empieza el origen de la que hoy es la catedral gótica más grande del mundo, el templo mayor de la ciudad hispalenseEl alcalde de Sevilla, Juan Espadas, junto a representantes de la Corporación Municipal y los medios de comunicación invitados realizaron la visita nocturna a las cubiertas de la Catedral hispalense,
Desde el 1 de julio, sin embargo, la seo admite de nuevo turistas todos los días en dos recorridos espectaculares: uno por las obras maestras y otro por las cubiertas en noventa minutos de apretada visita.
Es la solución de compromiso que ha encontrado el cabildo metropolitano para reactivar la primera fuente de ingresos de la Iglesia en Sevilla, pero ¡vaya solución!. Cada día, lo visitantes pueden, a través de la página de internet de la Catedral
( www.catedraldesevilla.es) reservar su plaza en alguno de los dos recorridos propuestos: cubiertas o interior del templo, en doble horario también, por la mañana o por la noche.
Hace ya tiempo que la subida a las Cubiertas formaba parte de la oferta cultural de la Catedral. En su nueva versión nocturna la experiencia se enriquece con juegos de luces y sombras y con el recogimiento que aporta la oscuridad
Indica la Archidiócesis que se trata de una visita guiada, de hora y media de duración, que incluye un recorrido por los tres tramos de azoteas y tejados con los que cuenta la Catedral. De este modo, los visitantes siguieron la construcción de la catedral gótica más grande del mundo desde sus cimientos hasta casi el propio Giraldillo, una ruta en la que destacó especialmente la imagen de la Giralda iluminada de noche o la posibilidad de ver la infraestructura posterior que sostiene el Retablo mayor, pasando muy cerca del Cristo del Millón. La impresión de admirar desde los tejados la cara oeste de la Giralda iluminada recortándose sobre la anochecida puede suscitar en el espectador el llamado síndrome de Stendhal, ese que habla de la incapacidad humana para asimilar tanta belleza sobrevenida. La visita a la torre campanario constituye el plato fuerte de la visita turística, que obligatoriamente ha de hacerse en grupos reducidos de una veintena de personas respetando las normas de prevención sanitaria: mascarillas, gel hidroalcohólicos y toma de temperatura al acceder al interior.
La visita con «Magna: obras maestras», la Catedral arranca en el Patio de los Naranjos para disponer el ánimo del visitante: allí está la pieza más antigua de toda la Catedral, la taza sobre la fuente de abluciones que data de tiempos visigóticos o paleo romanos, antes de la conquista musulmana.
Una vez que se accede por la puerta de la Concepción, la más desusada de la Catedral, el recorrido accede a algunas de las capillas interiores más sobresalientes del templo: la de Santiago (por el enorme cuadro del apóstol que ejerce el patronazgo nacional en la decisiva batalla de Clavijo) con el sepulcro del arzobispo Gonzalo de Mena y el delicado altorrelieve en cerámica vidriada de la Virgen del Cojín; la capilla del Espíritu Santo, con el impresionante sepulcro del obispo de Escalas; la de San Antonio, con la pila bautismal, el cirio pascual, y los murillos; la de San Pedro, con sus zurbaranes...
La visita se detiene también en algunas de las piezas del riquísimo ajuar textil del cabildo catedralicio como el pendón de San Fernando o la capa pluvial con que se coronó emperador del Sacro Imperio Romano Carlos V en Bolonia en 1530. Y algunas de las lápidas funerarias más destacadas en el trascoro: la de Hernando Colón, el hijo del Almirante que recopiló la descomunal biblioteca renacentista que custodia la Catedral, y la del canónigo Justino de Neve, mecenas de Bartolomé Esteban Murillo.
El recorrido por las obras maestras se detiene también en imágenes devocional hispalense que están en el corazón de los sevillanos: la Virgen de la Antigua, la devoción más antigua del templo; el majestuoso y dulcísimo Cristo de la Clemencia en la capilla de San Andrés; y la Capilla Real con la Virgen de los Reyes, patrona de la archidiócesis. Sólo falta la Cieguecita, la Inmaculada de Montañés, para completar el cuadro. En la sacristía mayor se busca un impacto efectista con la apertura de las puertas en mitad de la penumbra con la custodia de Juan de Arfe iluminada para resaltar su prodigiosa labor de orfebrería.
La visita se detiene luego en el coro, con sus 117 sitiales, y su facistol giratorio recientemente restaurado. Y reserva la última mirada para el retablo mayor. El mayor de la Cristiandad con sus cuatro alturas y siete calles en las que se disponen 44 cartelas que constituyen la catequesis visual más poderosa de la Catedral: casi seiscientos metros cuadrados consagrados a explicar la economía de la salvación. El coro se ilumina para la ocasión mientras suena en el órgano algunas de las composiciones que el canónigo Enrique Ayarra grabó en vida: la experiencia vale mucho más que los dieciséis euros que se abonan por visita.
Para las cubiertas, se ofertan tres horarios: 9.30 y 10 de la mañana y 21.30 en la atardecida de estos días largos del verano. Para los tesoros de las obras maestras, los horarios de apertura al público son 11.30 de la mañana, 12 del mediodía y 21.30 de la noche.
Foto Antonio Rendón Domínguez