Incluso en las escenas religiosas, que se suponen deben estar cargadas de misticismo y espiritualidad, GOYA recurre a un cierto grado de mordacidad. Los personajes sagrados –en este caso las santas JUSTA y RUFINA- están transferidos con tanta carga de humanidad, que perfectamente podrían salirse de la ortodoxia, y en un momento dado, pudiera pensarse que las acercaría a lo que en su época, podría entenderse como herético, y por tanto, someter al Maestro al juicio de la Inquisición, excomunión, torturas, garrote vil o la quema en la hoguera pongamos por caso.
Al igual que ocurre con Sta. Teresa y otros visionarios, iluministas e iluminados, no entiendo como GOYA pudo zafarse de la condena por parte de ese Tribunal, habiendo ejercido una crítica brutal contra sus miembros, ridicularizando a los penados, denunciando este y otros tipos de injusticias (como la pobreza, la mendicidad, etc.), cuando por otra parte hay que entender su obra desde la más estricta observancia a la religión (milagros, apariciones, apoteosis, rompimientos de gloria, etc.), y por otra este atrevimiento de exhibir a dos prostitutas que ejercían en Sevilla, ciudad donde en algunos textos se indica que cogió la sífilis precisamente por frecuentarlas, aunque lo más probable es que los males devenidos de su estancia en la ciudad del Betis, fuesen por la picadura de un insecto como intentamos deducir en otro artículo anterior.
Esto, el desacralizar a los personajes que trascendieron por su vida ejemplar, su entrega a los demás, propagación de una serie de creencias, etc., no ocurre siempre, considerando la multitud de obras que realizó a lo largo de su vida, plasmadas en todas las técnicas al alcance de su manos; pero choca esa crítica a la Iglesia, volcada en las injurias, escarnios y castigos a los secundarios, esos que rodean al protagonista o protagonistas principales del acontecimiento que se reproduce en el lienzo, dibujo o grabado y del que nos hace partícipes, introduciéndonos en el drama que acontece dentro del cuadro u obra gráfica. Los excesos de la religión, del terrorismo de una justicia humana pretendidamente divina.
Estoy segura que este tema de GOYA y la Inquisición, como el de GOYA y la Masonería, o el de su relación con alguna que otra secta como la de los illuminati, ha sido estudiado, debatido y rebatido por conocedores a fondo de la vida y la obra de GOYA. Mi aportación ahora, es reflexionar sobre las contradicciones tan diametralmente opuestas en su persona/personalidad tan extremadamente polifacética.
El dualismo, esa abstracción intelectual será siempre inseparable en cualquier aspecto de GOYA en el que reparemos, sea pictórico o biográfico y por eso mismo, le acompañará en este género, como lo hará en tantísimos otros, por no decir en todos y cada uno de los que trató.
Por una parte pues, se encontrarán imágenes de santos que desprenden beatitud, magnanimidad, carácter que los aleja del plano de los simples mortales. Por otro, los que exhiben una carnalidad que parece excesiva, no en tanto por lo que muestran, sino por lo que insinúan: a través de las vestimentas, los desnudos o semidesnudos, las tonalidades intensificadas o matizadas de la piel, los rasgos y expresiones faciales, las partes del cuerpo que en otro contexto se entenderían como sensuales. Las miradas, las bocas, las posturas, parecen contraponerse a la virtud de los santos, Vírgenes, ángeles, aunque aquí hay que afinar bastante, y no considerar por favor, ningún tipo de morbo por parte del espectador, aunque como digo, morbosidad desprenden algunos.Nos encargamos ahora de su representación crítica a la Iglesia y del ensalzamiento devocional de los seres de Luz. No de los demonios, ni del bestiario que significa la denuncia de los vicios.
En ese caso, entenderíamos la obra de GOYA como la panoplia de los pecados capitales y veniales, frente a las obras de Misericordia, las Virtudes teologales y morales, dentro de lo que podría considerarse una continuación plástica de la Contrarreforma. Una Biblia a su particular saber y entender, unos Ejercicios Espirituales para que reflexionemos en estos conceptos del Bien y del Mal, que por otra parte vienen desde una antigüedad preclásica.Hablamos de la obra de GOYA en general, sin detenernos en ninguna concreta, dentro del ingente Catálogo de su producción, puesto que esto requeriría un análisis bastante detenido de cada una de ellas. Pero simplemente un somero acercamiento a lo que nos centramos hoy, nos daría buena cuenta de esta diferencia que establece entre lo sagrado y lo profano, la humanidad divinizada y la divinidad humanizada.
Para nada entiendo que todo este compendio de representaciones de beatitud y malignidad, signifique el que se mofara de la Fe, en cualquier caso de los falsos creyentes, o ¿por qué no? de la hipocresía de los comitentes, de la opulencia de los prelados y la pobreza –voluntaria en el caso de los santos, o impuesta entre los no creyentes y los fieles seglares- y más que nada en los que eligieron el camino del martirio, la oración, consagrar su vida a la ayuda a los demás, a la enseñanza del Evangelio o la oración.
No pueden equipararse a las caricaturas que hace a los aristócratas, burgueses, e inclusive miembros del clero teniendo en cuenta los procesos a los que pudo asistir, en los Tribunales de la “Santa Inquisición”.
Una vez más me encuentro con algo que no entiendo al detenerme ahora en su célebre lienzo de las Santas JUSTA y RUFINA: el retrato de dos prostitutas que eleva a los altares, en el sancta sanctorum de la Catedral de Sevilla. ¿Extrajo también a algunas de estas profesionales para acompañar escenas de milagros, parábolas, la multitud que se congregaba en torno a un acontecimiento singular?, ¿las extraía del lumpen, de la marginalidad? ¡Qué lejos están de las marquesas, duquesas y condesas; de los majos y majas, de los temas alegres que antes o simultáneamente hacía!, pero qué lejos están también de las brujas y aquelarres, de los esperpentos y cadáveres vivientes que inundan las pinturas de la Quinta del Sordo, sus últimas obras, el mundo de sus grabados.
El mundo de GOYA, el submundo de GOYA, el Ultramundo de GOYA, el Inframundo de Goya, el trasmundo de GOYA -esta última definición procede del libro publicado por EDITH HELMAN en 1963 y recuperado en 2022 por la editorial valenciana Media Vaca- en cualquier caso alguien que está fuera, al margen, o por encima no sólo de una generación o una época, sino porque rebasará a las siguientes y siempre será un referente para la historiografía del Arte Universal.
TERESA LAFITA