EL MICROCLIMA DE LA MÚSICA
Los políticos parecen querer hacerse omnipresentes, como si persiguieran que no hubiera más vida fuera de ellos. Se afanan por las portadas de los periódicos, pegan codazos por su presencia en las tertulias televisivas, toman el primer café -y los que hagan falta- hasta los que no lo tomaban, con tal de dar bien el apurado sorbo de la ambición delante de una cámara. Total: ¿qué importa enfrentarse a una entrevista por peliaguda que sea, si les trae al pairo lo que quede de sus palabras, estando como están acostumbrados a la desvergüenza de la amnesia? Han probado el veneno rutilante de los flashes. Y ahora quieren salir, salir, salir. Estar, estar, estar. Como sea estar. Quieren ser los protagonistas absolutos de la existencia. Se pegan empujones con las estrellas del pop o el cine. Se dan codazos con los que realmente tienen algo que decir, los pensadores, artistas, escritores, biólogos, investigadores, científicos ¡Qué de ocupaciones ajenas al breve diccionario de los estúpidos políticos! Si acaso, les suenan como una lejana y vaga amargura de españoles que emigran. Se van yendo los que aportan su talento a la sociedad. Pero los políticos a lo suyo: buscan el pelotazo de un estribillo incansable como si fueran Georgie Dann. Me imagino que el de La barbacoa, porque la cosa está que arde.
