Jorge Benavides Díaz Japón: «Los planes urbanísticos son la guía más eficaz para la especulación inmobiliaria». Profesor del Departamento de Urbanística y Ordenación del Territorio de la Escuela de Arquitectura
¿Cúal es su diagnóstico del área metropolitana?
No existe una delimitación de área metropolitana y ése es uno de los graves problemas. Por ello, la Universidad Pablo de Olavide ha organizado un seminario con el objetivo de reflexionar precisamente sobre la forma de identificar, delimitar y estudiar ese espacio. En el atlas publicado por Sevilla Global se sugiere con una línea virtual que se ha trazado sobre un plano que el área metropolitana correspondería a una zona que tiene treinta kilómetros de radio. Eso incluiría por un extremo a Pilas y por el otro a Carmona. En esta conurbación así concebida el problema lo vemos y soportamos todos, es el imperio de la irracionalidad. Al decir esto no estoy haciendo referencia a problemas técnicos sino a la carencia de sentido común. La irracionalidad parte de concebir los términos municipales como territorios acotados, una especie de feudos medievales, en los que cada Ayuntamiento, señor feudal, puede hacer lo que a bien tenga sin tener en cuenta a su vecino. Eso lleva por ejemplo a que la avenida de cuatro carriles de Gines al llegar a Castilleja sea una calle de dos metros.
Urbanísticamente ¿cuál es el problema de esa zona?
En el área metropolitana actualmente se está produciendo lo que Inglaterra vivió en la primera Revolución Industrial y lo que en Italia en los años cincuenta produjo la Mafia. Es el despilfarro del suelo, que es un recurso natural, con densidades bajas, eso quiere decir adosados, chalés y casas unifamiliares. Densidades bajas que ningún técnico recomienda, y que en EE.UU. llevaron a que se detuviera ese fenómeno que se denominó Sprawl (dispersión urbana).
¿Es dispersión urbana lo que sufre el área metropolitana?
Ya no se extienden las urbanizaciones como manchas de aceite contínuas. La situación actual es de archipiélago: las urbanizaciones son especies de islas que dejan suelo en medio con malas comunicaciones. Pero los problemas, que partirían de esa premisa de zona aislada, afectan a todos los aspectos, y también a esa razón de ser de la ciudad como espacio de convivencia, de identidad y de pertenencia. Esa irracionalidad lleva a la ruptura de la razón de ser de la ciudad.
Entonces ¿no llegará a convertirse en una conurbación sin límites entre los términos municipales?
Lo que se da es una ocupación dispersa del suelo, no sólamente con viviendas, sino con elementos singulares, como centros comerciales, de ocio, parques temáticos o equivalentes. Son lugares que atraen a actividades y que en consecuencia prolongan la dimensión de lo urbano a todo el territorio. Esa conurbación se manifiesta en esa área dispersa que existe ya, pero sin referentes, sin hitos de identificación e incoherente.
¿Hay algo que reprochar a la Junta?
Reprocharle, nada, son los electores quienes deciden y creo que los andaluces no le reprochan nada, ahí está la mayoría absoluta. Pero puede hacer algunas cosas que no ha hecho y tampoco comprendo por qué, como haber dejado inconclusa la redacción del POTAU (Plan de Ordenación del Territorio de Aglomeración Urbana), que se inició con un Decreto del 1994, se trabajó en 1996 y una primera etapa se publicó en 2000. A partir de ahí, sorprendentemente, Sevilla no tiene ese plan, es decir una figura superior a los planes generales que precisamente trate de coordinar y dar referencias para que los PGOUS tomen en cuenta los elementos estructurantes de ese territorio disperso.
¿Y a los ayuntamientos?
Los ayuntamientos se han dedicado a revisar las normas subsidiarias que ahora por ley deben ser planes generales. Y con ellos tienen posibilidades de recalificar suelos y en consecuencia de facilitar el gran negocio a la especulación inmobiliaria. Los ayuntamientos se han convertido en las guías más eficientes para los especuladores inmobiliarios. Un suelo rústico que se recalifica urbano multiplica al menos por cincuenta su precio, de tal manera que los propietarios no tienen ningún problema en hacer donaciones a los ayuntamientos o en firmar convenios por los que se comprometen a construir infraestructuras porque saben que van a tener una rentabilidad enorme.
¿Hay necesidad de tantas viviendas?
Hasta hace pocos años, la vivienda era una necesidad. Si Almensilla duplica su población va a necesitar alrededor de 4.000 viviendas, pero va a construir 18.000, eso quiere decir que la diferencia demuestra que la vivienda es un objeto mercantil, de inversión, que deja ausente al ciudadano, despojado de su propio destino por la iniciativa que toman las inmobiliarias, que se organizan para construir y una vez que han concluido desaparecen.
¿Cuáles son los municipios más agresivos?
Agresivos en cuanto a sostenibilidad, con poca responsabilidad frente a los recursos naturales, y el suelo es uno de ellos, y más si es fértil y tiene una calidad productiva extraordinaria para la agricultura, sería La Algaba, que va a construir 4.000 viviendas que no necesita en esa calidad de suelo. La agresividad también la ha tenido Castilleja de la Cuesta, que prácticamente se ha quedado sin suelo, el 98 por ciento está urbanizado, es decir, esterilizado. Bormujos ha sido escandalosamente agresivo, ése es el modelo de urbanización y de ciudad que debía estar prohibido por razones técnicas, estéticas y éticas.
¿Cuál sería el modelo deseable?
Es aquel en el que puedan inmiscuirse los ciudadanos, no sólamente las empresas, en el que no se pueda prescindir de la Urbs - la dimensión física de la ciudad- , de la Civitas - la sociedad- y de la Polis - forma de gobierno- . En el momento en que una ciudad es producto simplemente de una urbanización por iniciativa de una empresa no hay cultura ni forma de gobierno, menos todavía con urbanizaciones privadas o cerradas. La forma de crecimiento de la ciudad debería obedecer a un documento que satisfaga las demandas, que prevea la coherente funcionalidad y la calidad de vida, que tiene que ver con la protección de la enriquecedora forma de consumir el tiempo que hay en Andalucía. El crecimiento que hoy se da en el Aljarafe nos acerca al modelo de crecimiento de Los Ángeles, que nunca tuvo centro, sólo periferia, y en la que los protagonistas son el coche, el consumo de energía y la insostenibilidad.
¿Hay marcha atrás?
Es posible recuperar la racionalidad a partir de que los poderes públicos tomen en cuenta el artículo 47 de la Constitución y sean sensibles a las manifestaciones de los vecinos de los núcleos urbanos insatisfechos con esa desmesurada expansión de sus municipios. Hay que establecer política territorial que haga posible la conclusión inmediata del POTAU de Sevilla.
