La gloria, que bien sabe. El chiste que no es chiste, porque no lo es, porque es una realidad como la copa de un pino. Dijo el presidente José María del Nido en la previa de este inolvidable encuentro que le habían contado una cómica historia con las siglas del PSV Eindhoven. Pa Sevilla viene, la copa, claro está. Esa era la gracia. A carcajadas los nervionenses se rieron esta mágica noche en el Philips Stadium. No le temblaron las piernas a los andaluces. No, esta vez, como a lo largo de toda la temporada, no. No renunció a su filosofía Juande. No cambió de imagen un equipo que últimamente parece una locomotora que avanza a toda máquina, siempre con la misma mecánica, los mismos movimientos, con una lógica casi matemática, realmente aplastante. Aplastó el Sevilla a un Middlesbrough que nunca fue rival. Le enseñó como se toca el balón, como se juega a este precioso deporte que en su día inventaron ellos mismos. La superioridad la plasmó en todo y también en el marcador, de forma abultada, como muchas veces no hace. Primero Luis Fabiano con un tremendo testarazo a pase lejano desde la derecha de Daniel, partidazo el suyo. Después, ya en el tramo final del choque, Maresca por dos veces y finalmente Kanouté pusieron la puntilla, desatando la locura en la hinchada nervionense. Ya era hora. 58 años, 58 malditos años sin que cientos de miles de aficionados se llevaran nada a la boca. Mira por donde, ahora se van incluso a atragantar. Va por ellos, por todos ellos que se quedaron en el camino, por todos ellos que nunca dijeron no al Sevilla. Ahí está, la recompensa.
La final se planteaba con varias incógnitas. Más que varias, una, quién iba a ser el acompañante de Javier Saviola en la dupla atacante, puesto que el resto del equipo titular estaba ya más que cantado. Palop en la puerta. Los laterales para Daniel y David. Javi Navarro y Escudé en el centro de la zaga. En la medular Martí y Maresca. Los costados para Jesús Navas y Adriano. Y, por último, arriba Javier Saviola con Luis Fabiano. Una vez más a Juande optaba por la valentía. No veía a Kanouté para jugar noventa minutos y no dudó un instante en dejarle en el banco.
Ese era el ambiente de un encuentro que se iba a desarrollar en un marco verdaderamente excepcional. Más de diez mil aficionados sevillistas no paraban de jalear a los suyos en los prolegómenos del choque. Había ganas de final. Normal, evidentemente, después de 44 años viéndolas venir. Tenía que ser la noche, pero delante no estaba ni mucho menos Bambi. El Milddlesbrough presentaba sus mejores cartas, con una delantera formada por Viduka y el viejo conocido de la Liga española Hasselbaink. Finalmente jugaba su portero titular, que fue duda a lo largo de toda la semana, Schwarzer, titular de la selección italiana. A esto únanle caras familiares como la de Fabio Rochemback o la velocidad y verticalidad de los dos jóvenes extremos, Morrison y Downing, éste último seleccionado por Ericsson en la lista previa al Mundial.
Se podía decir que la cosa estaba al cincuenta por ciento. Por lo pronto, en los primeros compases la parte de la grada nervionense le ganaba la partida de sobra a la británica, bastante apagada en el inicio. Pero el público, aunque muchas veces brinde una mano, no es el que juega a la pelota. Sin embargo, el Sevilla empezó con ganas. Daniel en el minuto 2 ya se había sacado un excelente disparo desde fuera del área que se fue a poco más de un metro del palo derecho del meta de los ingleses. Los hispalenses se hicieron claramente con el control. Sin duda, querían y, en principio conseguían, imponer su estilo.
No obstante, el Boro tampoco se andaba por las ramas y en el minuto cinco ponía en serios aprietos a Andrés Palop mediante un lanzamiento de falta cercano al área. El valenciano despejó y Adriano mandó a las nubes un rechace que podía haber sido fatídico. El partido tenía ritmo e inmediatamente después Adriano se colaba por la izquierda hasta la cocina, metiendo un pase de la muerte con cicuta incluida, que fue desviado en el último momento Riggot, cuando Luis Fabiano iba a rematar a placer. Acto seguido Saviola dispuso de un buen balón, rozando el área chica que acabó esfumándose. Dos muy buenas oportunidades que desde luego en una final no se pueden malgastar.
En cualquier caso, el Sevilla era el que dominaba. Como adelantó Juande el martes, los nervionenses iban a ser fieles a su estilo. Y lo eran. Fútbol de toque, ante un rival que jugaba a base de espasmos, buscando siempre el juego directo. El problema para los españoles era que el Middlesbrough sabía contenerlos muy bien, dando muy pocas opciones. Había que buscarlas con lupa. Y así lo hizo Daniel en el minuto 25. Centro medido desde la derecha, lejos del área, al punto de penalti, allí estaba Luis Fabiano, ese brasileño que parece que nunca acaba de cuajar. Hay opiniones para todos los gustos, pero la realidad es que enganchó el cuero con un espectacular testarazo que se coló sin que Schwarzer pudiera hacer nada por evitarlo.
Los de Juande ya se lo creían. Lo intentaban todo. Llegados a la media hora de juego Adriano rozaba la escuadra con un soberbio trallazo desde fuera del área. Con el gol el Sevilla no se achicó. Ni mucho menos. Siguió apostando por su estilo, llegando fácil a base de buenas combinaciones, siempre llenas de sentido común. Juegan de memoria los hispalenses y en el resto del primer periodo no dieron tregua al rival.
La segunda mitad comenzó con cambios. Saviola dejó su sitio a Kanouté, mientras que Macarrone, el revulsivo de los de Riverside en las últimas eliminatorias UEFA, sustituyó a Morrison, en un cambio netamente ofensivo. El Boro jugaba ahora con tres puntas e incluso tomaba la iniciativa. Pero el Sevilla seguía en su línea. En una peligrosísima contra, sin ni siquiera haberse cumplido los primeros cinco minutos de la reanudación, Adriano estaba a punto de marcar con una excelente rosca que se fue por muy poco.
Se ponía muy atractivo el juego y el Middelsbrough creaba su primera ocasión de gol. Con todo a favor Viduka tuvo que ver con indignación como Heroe Palop le sacaba un gol cantado. A continuación Navas montaba la contra y disparaba cruzado, respondiendo bien Schwarzer. El partido se convertía por momentos en un correcalles, cosa que no convenía para los intereses andaluces. Aún así, a pesar de la locura, el Sevilla controlaba la situación, plantándose cada vez por tres arriba. Era mejor y lo demostraba a cada instante.
Los minutos se esfumaban. Los de Juande enfriaban el encuentro. A los ingleses sólo les quedaba intentarlo a balón parado. Quizás por eso McClaren decidiera tirar la casa por la ventana a veinte minutos del final, sacando a otro delantero más, Ayegbeni, por un defensa. Se jugaba el todo por el todo. Juande también movía ficha, reforzando el mediocampo. Luis Fabiano dejaba su sitio a Renato. No era él, sino su compatriota Daniel, el que acariciaba el tanto en el 72, salvando con solvencia un gran Scwarzer. Ya con menos de quince para la hora era Viduka el que paralizaba los corazones de los seguidores sevillistas, con un tremendo disparo desde fuera del área que se fue fuera.
El Boro apretaba, pero este Sevilla no era el de los fatalismos pasados. Tenía muy bien estudiado el guión y salía a la contra a una velocidad inusitada. En una de esas tenía que llegar. Arribó en las inmediaciones del minuto ochenta. Salida rapidísima de los de Juande, Navas la pone desde la derecha, remata Kanouté solo, para un inconmensurable Schwarzer, y Maresca manda el rechace al fondo de las mallas. Aún hay más. Otro 'Marescazo' acto seguido, éste desde fuera del área, que el meta británico no puede ni ver y por último turno para Kanouté, que se sumó a la fiesta haciendo bueno un balón muerto dentro del área. Gloria, explosión de júbilo y punto y final a un encuentro de ensueño. Punto y final a un baño en toda regla. Punto y final a una lección de cómo se debe y se tiene que jugar una final. Increible Juande. Increíble esta máquina, esta bestia que suma ya no se sabe cuantos mil partidos seguidos ganando. Ya no amigos, ya no corren fantasmas por Nervión. Ya no amigos, ya sólo hay realidades. Y la realidad es ésta. 58 años después campeones de algo. De la copa de la UEFA, como dice del Nido, ´casi na. Y de qué forma, señores, de qué forma. Un grande, eso es el Sevilla, un grande.