Normalmente solía coincidir allí, con un hombre, que al igual que yo llevaba a su perro por esa zona. La verdad es que era una persona un poco diferente: era un hombre de edad media, con el pelo encrestado; algo así como el gallo de los trotamúsicos. Solía bajar en pijama, siempre de color verde y con unas zapatillas con dos grandes escudos del Betis.
Tengo que reconocer, que era una persona bastante simpática; y muy aficionado al fútbol y a su equipo, ya que hablaba del Betis como suyo. Aunque nunca le pregunté a que se dedicaba, parecía ser médico ya que con frecuencia nombraba a la UVI; o quizás abogado ya que en muchas ocasiones hablaba de un Betis libre.
Su perro también era una especia peculiar. Sinceramente, no sabría decirle cual era su raza; parecía ser chino o como mínimo del sur de Asia. Ladraba de forma distinta, sus gua- guaus tenían un ritmo peculiar algo parecido al de unos olés.
La verdad es que ambos, perro y amo, parecían estar muy compenetrados; ya que ante cualquier ladrido de este, el amo siempre respondía: ... y la afición está contigo...
Anoche, mientras sacaba a Uefa, no los encontré. Por alguna extraña razón, Hugo, así se llamaba el can, y su amo no habían salido a pasear. ¿Qué les habría sucedido?
De vuelta a casa, solíamos volvernos juntos. Vivían en la calle Jabujo, en una gran casa de dos plantas; frente a su puerta tenían un arbolito, cuyo tronco habían pintado de color rojo y al que el dueño de Hugo llamaba José María. Hugo estaba acostumbrado a hacer su último pis en este arbolito, acción que su amo solía arengar, como si de un batallón militar se tratara.
Anoche al pasar por la puerta de su casa, parecía escucharse mucho alboroto; Hugo y su amo estaban viendo un partido de fútbol. Supongo que sería el Betis, aunque debido a mi poca afición futbolística no podría deciros contra quien jugaba.
Mientras mi perro hacía sus últimas necesidades por la zona, algo pasó; un gran alboroto se creó en la casa de Hugo, parecía que el Betis se disponía a lanzar un penalti. La expectación era máxima, Hugo ladraba, su amo gritaba y yo desde la calle esperaba el grito último, de gol; que me trasmitiese la noticia del tanto anotado.
Mientras esperaba esta noticia, algo me golpeó en la espalda, parecía ser un balón de fútbol. ¿Qué hacía allí?. No le encontré explicación lógica alguna, ya que a esas horas era yo el único que se encontraba en la calle. Con el fuerte dolor, marché a casa.
A la noche siguiente volví a sacar a UEFA, el animalito estaba deseoso de ver a su amigo Hugo, ¿Estarían hoy allí?. Por suerte, Hugo estaba allí, ambos animales jugaban y corrían por la zona; pero no había rastro de su dueño.
Desde aquella noche, nada volvería a ser igual, algo importante habría tenido que ocurrir. A partir de ese momento nunca más volví a tener noticia del dueño de Hugo. Este acudía todas las noches a su cita nocturna, acompañado por un joven alto y corpulento, de color; una persona muy educada que desde el primer momento se me presentó. Su nombre era Robert.
Robert era silencioso y poco hablador. Todas las noches acudía al encuentro con un libro en la mano. No sé cuál sería su temática ya que el título no me lo dejaba muy claro: Como anotar un tanto. Tenía un fuerte temperamento y parecía ser alérgico a las plantas; nunca dejó a Hugo acercarse a José María, el arbolito pintado de rojo y blanco, parecía tenerle fobia, lo llamaba Palop.