El destino no es cómico, ni trágico, el destino es una tontería, porque no existe, pero a la Providencia juega con los hombres y, quizás por ello, para felicitarnos por nuestro cumpleaños -tengo claro que no han podido hacerlo por ninguna otra razón-, nos ha querido gastar un broma. Tres prohombres del periodismo, por pura coincidencia -las casualidades no existen, por eso son cosas del destino, pero las coincidencias sí- se han referido al periodismo internetero con la misma expresión: prestigio de marca. Los tres coinciden en que lo importante en el periodismo electrónico es el prestigio de marca. Esos tres grandísimos prohombres, a los que tanto admiro, son el consejero delegado de Prisa, Juan Luis Cebrián, el director de El Mundo, Pedro José Ramírez, y el director de ABC, Ángel Expósito. Ante tamaños argumentos de autoridad, supongo que no hay nada más que hablar: la clave del periodismo electrónico radica en el... prestigio de marca.
Los tres están convencidos, claro está, de que la prensa-papel ha muerto, como producto perteneciente al fenecido siglo XX, pero al nuevo periodismo, el de Internet, le falta categoría, le falta rigor, le falta clase, por lo que necesita... prestigio de marca, como creo haber dicho antes. Necesita, por si algún despistado aún no lo ha cogido, llamarse elpais.es elmundo.es o incluso abc.es, pues hablamos de tres amantes del pluralismo.
Recuerden lo que algunos olvidan. La época de las conspiraciones ya pasó, ahora vivimos la era de los consensos, no menos peligrosa que la anterior. No piensan en oscuras camarillas proyectando planes tortuosos en oscuras covachas. No, los planes homicidas, o liberticidas, se realizan ahora a plena luz del sol, y los directores del consenso escriben sus barbaridades negro sobre blanco. El objetivo es precisamente ése. Por tanto, Cebrián, Ramírez y Expósito no se han puesto de acuerdo porque sí. Simplemente defienden un interés común, que constituye el interés más peligroso para el resto de los mortales, para la generalidad.
Nuestro trío sólo pretende mantener el actual oligopolio de la información, en prensa, radio y TV, del que disfrutan -junto a pocos miembros más- desde hace décadas y que ven cómo se les está escurriendo entre las manos. Quieren, simplemente, reeditar dicho oligopolio en Internet por el método de ignorar a la prensa independiente de la Red. ¿Acaso porque la WWW les está quitando dinero o poder? No, les está arrebatando algo mucho más valioso que el poder y el dinero: la influencia. De hecho, ha sido la prensa gratuita las que les arrebató el dinero, pero ahora mismo, la gratuita ha pasado a integrarse en el Sistema. Lógico, movía demasiado dinero como para quedarse fuera. La prensa de Internet, por contra, es una colección de pymes. Hispanidad, por decir algo, son 4 redactores en 25 metros cuadrados. Por eso, Cebrián y Ramírez, los más conspicuos representantes del oligopolio en España, no les soportan.
Y así, por otra broma de la Providencia, acaba de constituirse la patronal que integra a las divisiones digitales de los grandes diarios. No falta nadie, todo el oligopolio está ahí: El Pais, el Mundo, ABC, La Razón, Zeta, Godó. Se odian pero saben que van a morir juntos, y eso les molesta un tanto.
Frente a ellos se alza una patronal de prensa exclusivamente electrónica ajena a los grandes grupos multimedia. Tienen mérito, porque sus estructuras empresariales son muy pequeñas, pero en algo se parecen a los miembros del oligopolio: también ellos practican el periodismo objetivista, que consiste en confundir el rigor con la verdad. De todas maneras, esta prensa digital independiente resulta loable, porque no está corrompida por el poder por la tautológica razón de que tiene menos poder.
Por último, en tercer lugar, estamos los confidenciales, odiados por los primeros y despreciados por los segundos, que disfrutamos de un nivel de libertad no total, ciertamente, pero que triplica a los segundos y decuplica a los primeros. Cometemos bastantes atentados contra el rigor, pero pocos contra la verdad. No pretendemos ser objetivos, es más, huimos de ello como de la peste, pero no renunciamos a la honradez ni, por supuesto, a la verdad. Tomamos partido, todos los días, pero no escondemos por quién lo tomamos.
Porque, en pocas palabras, hemos abandonado la objetividad y practicamos un periodismo explicativo, menos formalista que el de la prensa independiente y es infinitamente menos pedante e hipócrita que el periodismo del oligopolio. No engañamos a nadie, porque todo el mundo sabe nuestros apellidos y porque el papel de notarios de la actualidad nos parece una auténtica cursilada y en lugar de notificarla preferimos explicarla. Las más de las veces sin mucho éxito, todo hay que decirlo.
Y hasta aquí, conste en acta, estoy hablando de la sociedad que lee, la culta, la menos manipulable (creo). Es decir, hablo del público que se informa por la prensa o por la WWW, que en ambas impera el lenguaje escrito. Si nos referimos al público televisivo, a la sociedad que no lee sino sólo ve, entonces mejor no hablar. La tele se ha convertido en un lupanar con entradas rebajadas para necios y donde la cumbre de la inteligencia y la ironía es el gran Wyoming. O sea, comer con los dedos.
El oligopolio va a morir. El periodismo de Internet que le imita no, pero deberá adecuarse al nuevo lenguaje. Porque la revolución del nuevo periodismo no radica en el soporte tecnológico sino en el lenguaje. No se trata de cambiar el papel por la pantalla sino el lenguaje objetivo por el explicativo, el que practicamos los confidenciales.
Por eso, el futuro del periodismo está en los denostados confidenciales y en el enterramiento definitivo de la objetividad, que no es otra cosa que la máscara de la mentira, historia viva del periodismo de los últimos cincuenta años, justo hasta la aparición de Internet. El objetivismo es, también, la historia viva del pensamiento débil, es decir, de la hipocresía.
¿Y saben lo más gracioso de todo? Que los confidenciales somos un hito más en el camino, porque allá al fondo, lo que de verdad influye, la estrella de la sociedad de la información, más cada día que pasa, no es ni el oligopolio del pasado ni la prensa electrónica ni los confidenciales, sino el blog. Los blogueros son, para bien y para mal, los que mueven el mundo, los verdaderamente influyentes, los nuevos reyes de la sociedad de la información.
El presidente Barack Obama, al que Internet ayudó en su camino hacia la Casa Blanca, asegura ahora que no lee blogs porque les falta rigor. Lo suyo, afirma, es la prensa. Es lógico, al poder nunca le gustarán ni los confidenciales de cuatro locos como el abajofirmante ni las bitácoras del periodismo ciudadano porque no puede controlarlos.
Es el periodismo ciudadano, con su extraordinaria falta de rigor y con toda su explosión de libertad y de verdad quien marcará la pauta más pronto que tarde. El bloguero tiene filias y fobias, claro, pero no intereses creados. Por eso, sus afirmaciones son más verdaderas, más sinceras y más ciertas que las de Cebrián o Ramírez. Y lo que digo sobre la verdad es aplicable a la moral. Anuncio, con Chesterton: ¿Moral? Consultad al pueblo.
¡Ojo!, no al pueblo manipulado y aborregado que disfruta de un minuto de gloria en la telvisión y al que, cuando le ponen una cámara en los ojos y un micrófono en la boca expele, inequívocamente, una sandez de la que se avergonzaría en su casa. Hablo del pueblo al que no pagan por informar y, por ello, informa mejor que nadie, de forma interactiva y sin miedo a perder su empleo.
Porque, habrá que insistir, el cambio informativo no viene marcado por la tecnología, sino por la filosofía. Como siempre en la historia, la tecnología no cambia la sociedad, sólo impone modas. Es la filosofía, o el lenguaje, que es su instrumento quien provoca los vuelcos. Entonces, ¿no ha sido Internet la que ha acabado con el oligopolio? Sí, porque permitió a 'pringaos' como yo, sin un euro en el bolsillo, tutear a los Polanco. A través de la WWW, y por mérito de la red, no por el mio, Cebrián y yo nos dirigimos al mismo público potencial: a la humanidad entera. La única diferencia entre ambos es que el capital social de Hispanidad son 3.000 euros mientras Prisa debe 6.000 millones a la banca. Si vienen mal dadas, Hispanidad sobrevivirá pasando de 25 metros cuadrados a 12. Si a PRISA le vienen mal dadas, también seguirá adelante pero según el viejo proverbio español: Dime de qué acusas y te diré tus miserias. Cebrián y Ramírez nos acusan a los confidenciales de chantajear a las empresas publicitarias. Sin embargo, el consejero delegado de Cebrián blasona ahora por todo Madrid de que no hay banco con redaños suficientes para embargar a El País o a la SER. O sea, que se verán obligados a condonarle parte de ese dineral.
Como muestra de poderío acaba de convertir una polémica idiota sobre espionaje -donde no se sabe quién espía a quién ni para qué- y unos trajes de Milano en el eje de la política española.
En definitiva, Cebrián como Ramírez, chantajean a los grandes, a los grandes bancos y a los gobiernos, bajo el mandamiento primero de toda sociedad mafiosa: o pasáis por el aro -me concedéis una licencia de TV, me condonáis una deuda, me dais publicidad- o ya sabéis lo que os espera. Cuando pronuncian conferencias, o participan en curso de verano, Cebrián y Ramírez califican a esta figura como... prestigio de marca.
Fundé Internet porque no tenía trabajo pero ahora no me movería de este paraíso de libertad por nada del mundo. El secreto estriba en el Síndrome de Peter Pan: ser chico y renunciar a ser grande, renunciar al poder, que no a la influencia, ese ente imposible de medir pero plausible, casi tangible.
A la postre, Internet es un oasis de libertad y el soporte idóneo, casi único, para difundir ideas políticamente incorrectas ¿Y qué es lo más políticamente incorrecto que existe en el siglo XXI? Defender a Cristo y a su Iglesia.
Cada noche rezo para que Hispanidad no posea, nunca jamás, prestigio de marca.