El jerezano presentará mañana en el Jovellanos su último álbum "Ruido", en el que se incluyen bulerías, tangos, rumba y soleá.
José Mercé (Jerez de la Frontera, 1955) cumple discos con la vitalidad creativa y la frescura de los predestinados del arte. Ya lo dice durante la entrevista: «No soy persona que grabe por tener otro disco en la calle». Es la inspiración quien llama a su puerta.
¿Por qué 'Ruido', un concepto en las antípodas de la música?
Ya al productor, Isidro Muñoz, le extrañó mucho que eligiera ese título. Pero, tal como están las cosas en la sociedad, con tanto desasosiego, me pareció que iba bien meter un poco de ruido, que por otra parte es el tema de una bulería con tonos preciosos.
Ya que andamos por ahí, ¿qué ruidos le resultan más molestos en la sociedad que nos rodea?
La hipocresía, la mentira, esas maneras de engañar al pueblo y no decir las cosas por su nombre.
Es el álbum número 17, y también uno de los más díficiles, deliciosos y ambiciosos. ¿El arte no tiene fin? O, dicho de otro modo, ¿nunca se le asoma la mala sombra de la rutina?
Ha costado mucho trabajo hacerlo porque se trata de un 'ruido' muy delicado, en el que sólo hay voz y guitarras y un poquito de percusión. Y las canciones van del cielo al fondo de la cataratas del Niágara, como yo digo. Al final, ha sido un esfuerzo que ha merecido la pena porque le ha llegado a la gente. Afortunadamente, por lo que se refiere a la rutina no he caído en esa pendiente. El día que ocurriera, apago y me voy. Prefiero siempre arriesgar y equivocarme.
¿Qué importancia tiene en el disco Isidro Muñoz, que además de productor ha sido letrista de todas las canciones, salvo la versión de la 'Nana de las cebollas', claro está?
Es una cabeza pensante del flamenco con las ideas muy claras. Una mente privilegiada. Nos conocemos desde muy jóvenes. He hecho con él cuatro o cinco discos y siempre he quedado muy contento.
¿Podría contarnos la anécdota vivida con Sabina, a propósito de una de las letras?
Fue en un restaurante enfrente de su casa de Chipiona, donde estábamos tomando unas copas. Me puse a tararearle la letra que dice «diciembre está en la calle,/ la primavera dentro...», y me pregunta que de quién es eso, que es suyo, que se lo han robado... (risas). Nos pasamos horas cantándola.
En este caso, le habrían robado el mes de diciembre en vez del mes de abril... ¿Y cuánto ponen de su parte las guitarras en cada uno de los temas?
Son fundamentales. Aunque en Gijón, no podrá estar Morao, el Chico, que está malito y esperamos que pronto se venga arriba. Pero irán su hijo, Daniel Morón y Juan Carlos Romero, que también valen su peso en oro.
Bulerías, alegrías, tangos, rumba, soleá... ¿Se siente más cómodo en unos palos que en otros, o todos tienen su corazoncito?
Soy una persona que no graba por tener otro disco en la calle. Así que cada una de las piezas tiene su corazoncito, por responsabilidad con la gente y conmigo mismo.
¿La popularidad no riñe con la jondura?
Cada una va por su lado. Ser popular no representa ninguna dificultad para que te mantengas en los cánones.
Sí, yo sigo con la matraca del Real Madrid. Pero para mí continúa siendo el mejor equipo de Europa, o sea, del mundo.