Será cuando regreses, Macarena. Será cuando estés casi a punto de entrar en tu Basílica. En ese momento en el que nunca tememos más que se cierre una puerta de la vida, y justo la misma puerta que horas antes abrió las de la gloria. ¡No entres, Macarena! ¡No vuelvas! ¡Te lo ruego por todos nosotros, los desterrados hijos de Eva, los que suplicamos gimiendo y llorando en este valle de lágrimas! ¡Quédate aquí fuera, con Sevilla, por los siglos de los siglos, Macarena!
Será cuando el atrio se convierta en florecido con tu presencia, cuando las rosas descubran dónde te emulan y por qué regueros se alcanza la belleza. Hasta el suave tacto sabrán que te lo deben. Será cuando contigo se hayan derrumbado todas las sombras y levantado todas las luces, cuando se tumben en su lecho todas las penumbras y amanezcan todas las claridades, cuando queden vencidos todos los desánimos y erguidas en pie de guerra todas las esperanzas. ¿Quién dijo miedo contigo, Macarena, que nos haces poderosos en la mañana tuya que señala el alba de las nuestras?
Será al caer la hora de la lección aprendida en Ti de sonreír en medio del llanto, de saborear lo mejor de este mundo rodeados de tantos de sus ascos, de enarbolar una victoria cuando lo más esperado hubiera sido la derrota. Y en ese momento, justo en ese momento, Macarena, te va a cantar mi amiga
Te va cantar su saeta como una flecha que lleva heridas de todos, sangre de cada uno, entrañas de todos los vientres, lágrimas de millones de ojos, amarguras de miles de bocas, decepciones de tantos entusiasmos, enfermedades de cuerpos lacerados. Que sí, Macarena, que en ese momento te va a cantar mi amiga con una voz blanca de sábanas de tu viejo hospital, no con cinco, sino con miles de llagas.
Te va a cantar con una voz prestada al alma misma del pueblo de Sevilla. Una voz haciendo el favor y la caridad de llevarte nuestro desgarro, de pedirte por nuestras necesidades, de acercarte las peores cuentas que son las que nunca salen. Una voz que te deje en tus benditas plantas un eco de desasosiegos, de duras batallas, de errores que ansían redimirse por el dulce rictus de un beso de tus labios, cuando la última esperanza está en tu Esperanza, cuando la única solución queda ya en prenderse por tu saya, cuando la salvación más extrema sólo pasa ya rozando la mano por tu manto.
Ocurrirá entonces, Macarena, que te va a cantar mi amiga. Será su voz y será la nuestra, su saeta y nuestra saeta. Miles de gargantas en su garganta, miles de quejíos en su quejío, un mundo entero para una sola Macarena que puede con todo, una sola Macarena que es Vida, Dulzura y Esperanza nuestra.