La Sevilla verdiblanca se entregó a la euforia, el éxtasis, el nirvana, en un día histórico para las decenas de miles de aficionados que adornaron con su colorido y sus gargantas la llegada del campeón de la Copa del Rey, su lento paseo triunfal en autobús descubierto - tal era la cantidad de seguidores béticos que, como en peregrinación, acompañaban la marcha- y la fiesta que se había preparado en el estadio Manuel Ruiz de Lopera. Allí, en una avenida de La Palmera a la que al presidente del Betis siempre le gustó ver colapsada, la apoteosis fue total una vez que confluyeron los hinchas que convirtieron en paso de tortuga el rodar del autocar con los que ya esperaban frente al recinto verdiblanco desde antes de la llegada del equipo a la estación.
Llegaba el AVE con la Copa a Santa Justa sobre las ocho de la tarde, cuatro horas antes de que los primeros béticos comenzaran a invadir la escalinata de la estación adyacente a Kansas City. Desde un mirador, Lopera, Serra, los jugadores... mostraron el trofeo ante la enfervecida hinchada. Comenzaba a continuación la ruta hacia Heliópolis en autobús, arrastrado casi por un marea verde y blanca que no dejó de nutrirse de nuevos componentes a medida que avanzaban en su andadura: José Laguillo, María Auxiliadora, Recaredo, Menéndez Pelayo, Pasarela... hasta llegar a La Palmera, que muchos metros más adelante presentaba ya un aspecto impresionante. La multitud se agolpaba en espera de sus ídolos ante un escenario montado frente a la fachada de fondo del estadio y una gran pantalla. Los campeones se hicieron esperar, pero sus cantos, saltos y gritos ya se presentían. Bufandas y banderas al aire y una masa enloquecida.
Eran las diez y media de la noche, pero todavía habría que esperar un poco más. El autocar entró en el aparcamiento subterráneo del Ruiz de Lopera, pero jugadores, presidente y entrenador no aparecían. El presidente daba las últimas instrucciones del acto y, pese al cansancio, los futbolistas seguían su fiesta en el interior. Cuando fueron saliendo, todos con la excepción de Oliveira - que viajó hasta Alemania para jugar la Copa Confederaciones- , el trance terminó de apoderarse de la entregada concurrencia. Oficiaba los honores con el micrófono Melado, que fue dando la palabra, uno a uno, a los futbolistas, para terminar con Serra Ferrer, el padre Martín Sarmiento - que expuso la invitación hecha al cardenal Amigo Vallejo para la visita de esta tarde al Cristo del Gran Poder- y Manuel Ruiz de Lopera. Presidente y técnico mostraron juntos la Copa mientras sonaba la emotiva «We are the champions» de Queen, coreada por afición y plantilla en una comunión mística.