La herencia de mi abuela zapatera Las lágrimas invaden mi rostro. No puedo hacerles un mandato, no responden, son libres. Estoy muy triste. La entierran. Y con ella su pasado. Todo queda bajo tierra. Un desgarro doloroso en mi cuerpo me recuerda que de ella sólo me quedan sus recuerdos y su anunciada herencia. Mi abuela, la zapatera del pueblo, osada tanto en sus amoríos cómo en sus negocios, muere de vieja. El local y el negocio para su hijo Felipe; las joyas, su casa, su coche descapotable para todas sus nietas, excepto para la mayor de ellas, que heredará lo más valioso, decían literalmente sus palabras en el testamento: las llaves del baúl del ático. Anochece, pero hay suficiente luz en la pequeña habitación abuhardillada cómo para encontrar la cerradura oxidada y polvorienta. No sé que sentimientos se revuelcan en mi interior. Siempre rió jocosa, provocadora delante de la familia, manifestando su estima, su orgullo de abuela, su delirio porque éramos idénticas. Ahora, con las llaves en la mano, sin saber si busco emociones ó ambiciono poder decirle al mundo entero que fui y soy especial, porque soy la heredera del tesoro mejor guardado, me quito el sudor de la frente e intento controlar la respiración. Abro la tapa del baúl. La echo hacia atrás, buscando y revolviendo el interior. Sólo tres pares de zapatos viejos y un diario. Lloro desconsoladamente mientras busco si hay algo más. Puedo encontrar algún papel enganchado a uno de los laterales, monedas de oro, bandejas de plata, pendientes de esmeralda pero sólo quedan dentro del baúl las lágrimas derramadas de mi fantasía. Abatida por la decepción, me tumbo en el suelo, silenciosa, buscando la respuesta en el polvo, en el tiempo. Entre sollozos y ojos irritados me pongo a pensar, a buscar el significado de aquel regalo. - ¿Qué querrá mi abuela que aprenda de éstos zapatos viejos y usados? Si a los demás les regaló sus bienes, que podrán disfrutar cómodamente ¿Por qué a mi me dejó la tarea de descifrar? Recuerdo las veces que me habló de la capacidad de aprendizaje que tengo y que lo importante en la vida no es disfrutar del dinero fácil, sino poder ganarlo, atendiendo a aquello que la experiencia nos da. Cuando tenía 14 años me pasaban las horas observando cómo llevaba su negocio y divulgaba sus sabios consejos. - Lo importante en el negocio del calzado es la adquisición adecuada de los artículos, que puedan venderse solos a través de un buen escaparate. Una vez entra en nuestro establecimiento un cliente potencial, escucha lo que quiere ,atiende el zapato que pide, déjale tocar ,revolver, que desee, que se divierta mientras compra, y lo más importante ,que satisfaga la imagen que busca tener- me explicaba mi querida abuela. Muchas veces me hizo la misma pregunta, que nunca supe contestar: - ¿La clienta busca un determinado modelo ó el diseño llama a la clienta? ¿Qué está antes, la búsqueda o el encuentro ?¿El verdadero marqueting es darle lo que busca ó sorprenderle con una moda que nunca imaginó? Me imaginé descalza en la calle y me sentí desnuda. Vestir los pies determina mi personalidad. De vez en cuando me dejaré llevar por la moda. Otras veces buscaré que acompañe mi forma de sentir en ese momento. Quizás sea tan simple cómo buscar la comodidad. Por eso mi abuela me dejó un mocasín cómodo, un salón de fondo de armario y una sandalia de vestir sofisticada con pedrería, en representación de lo que busca la gente. Salgo a la calle. Hace un día maravilloso. Me sorprendo cuando sólo veo zapatos, y no a las mujeres que los calzan. Es una pesadilla. Escucho sus voces. Las veo subir en el coche. Sólo atiendo a las merceditas, tacones altos, punteras redondas, cercos lisos, un Luís XV modificado misterio y seducción andando por las calles. Alguien me para y me saluda. La reconozco por su voz. Es mi hermana, y atiendo a su personalidad a través de su calzado. El color, cómo lo cuida, si va a la moda, si están muy usados, si son de tejido y me río sola. Nunca me di cuenta del perfil tan marcado y de la forma de ser de las personas a través de cómo calzan. Paseo y ya no veo ni el asfalto. Me obsesionan los andares, las huellas marcadas en el albero, el ruido de los tacones en el mármol, el olor a piel de vacuno, cómo doblan las suelas al subir las escaleras ¡Esculturas artesanales! Aprendo a vivir desde los pies, a sentir la tierra y desde ahí, desde ese punto sé lo que la gente desea y empiezo a fabricar los zapatos que se van a vender en nuestro país. País que filtra la moda, donde la mujer es activa, actual y sabe lo que quiere. Me acuerdo de mi abuela, la que siempre supo que la aventura y el riesgo era lo mejor de ésta vida, la que me amaba tanto cómo para hacerme dudar de su amor con tal de hacerme pensar. Sé que su herencia fue esa, la poesía de trasladarme a su mundo, el que ella vivió. Levité diez centímetros del suelo cuando nadie me miraba y volví a bajar para sentir que no era un sueño mientras mis zapatillas de terciopelo se me resbalaban de los pies.
