“El deporte de élite es insano porque exige al ser humano capacidades físicas y psíquicas que a veces le llevan al límite de la agonía”. La sentencia corresponde a Juan Carlos Díaz del Valle, presidente de la Comisión Médica de la Real Federación Española de Ciclismo, quien entiende que “ha de diferenciarse entre una práctica profesional del deporte y el ejercicio físico aficionado, que aporta evidente mejoras físicas al organismo y a la mente del ser humano”. Juan Carlos Díaz del Valle preside la mesa que, bajo el título “Psicopatología en el deporte de élite”, se desarrolla en el XI Congreso Nacional de Psiquiatría que se celebra en Santiago de Compostela.

Entre las patologías psiquiátricas más comunes que se detectan en los deportistas de élite sobresalen “el consumo de sustancias tóxicas como el hachís o la cocaína y los trastornos de ansiedad. En algunas ocasiones este consumo suele comenzar cuando el deportista deja la competición profesional, en lo que se conoce como el síndrome de la retirada. Cuando una persona deja de competir a este nivel y pierde la atención de los medios de comunicación y de otros compañeros necesita un proceso de transición que no siempre es fácil. El Consejo Superior de Deportes ha activado algunas herramientas para que este proceso sea lo menos traumático posible, pero no todos los deportistas encuentran facilidades para adaptarse a su nueva vida”.

No se trata de una cuestión baladí. El propio Juan Carlos Díaz del Valle recuerda que “el índice de divorcios y separaciones de los deportistas de élite al año siguiente de su retirada se incrementa de manera espectacular. Es una consecuencia visible de la dificultad de ese proceso de adaptación”.

En el transcurso de la carrera profesional de un deportista de élite surge la posibilidad del dopaje, “un asunto que se ha tratado con poca rigurosidad pero que se repite en la Historia desde la Grecia clásica. En ocasiones la competitividad puede derivar en un afán de superación más allá de los límites físicos y psíquicos. Hay que definir con claridad qué se entiende por dopaje –buscar una mejoría en el rendimiento mediante la alteración artificial de los parámetros físicos del individuo- y tener claro que no se busca un perjuicio para el deportista con su persecución. Ante aquellos que hoy ven una desmesura en la vigilancia alrededor del dopaje puede recordarse que en la antigua Roma se llegaba a crucificar a aquellos deportistas que eran sorprendidos drogándose”.

Otra de las cuestiones que están vigentes dentro del mundo del dopaje deportivo hace referencia al “dopaje genético. La ciencia ya ofrece la posibilidad de realizar esta práctica, si bien en el mundo del deporte no se ha registrado caso alguno de estas características. Ocurre, no obstante, que algunos países cubren con un telón estas cuestiones y resulta complejo controlar algo semejante”.

Una tercera cuestión que también cobra relevancia en las psicopatologías de los deportistas de élite son los trastornos de la conducta alimentaria. “Se trata de una patología más “femenina”, si es que puede decirse así”, puntualiza el experto. “No hay más que ver cómo algunas atletas de fondo y medio fondo, para poder competir en igualdad de condiciones con atletas africanas, dotadas de otras capacidades físicas debido a su genética, deciden reducir su peso de manera artificial. Esto lleva a cuadros de bulimia y anorexia compulsiva que han de vigilarse porque pueden poner en riesgo incluso la vida de la deportista”.