Entender Sevilla es una tarea ardua que ni escritores ni poetas ni políticos ni historiadores logran ponerse de acuerdo en la manera de hacerlo, es, somos, una ciudad interpretada que diría Barbeito, una ciudad de intangibles y de contradicciones que consigue que mientras con una mano la golpeamos, con la otra fabricamos la muralla para evitar que nos echen de aquí. Probablemente estemos de acuerdo usted y yo si hablamos de que la única forma de acercarnos a entender este irresistible imán de Sevilla sea entendiéndola como una ciudad de sentimientos. La relación del sevillano con su ciudad es una relación de identificación, se ve reflejado en sus monumentos dorados con los rayos del sol, con los naranjos florecientes en primavera, con sus imágenes cofrades, con la pasión que su Betis/Sevilla le provoca, es, en definitivas cuentas, una relación de emociones profundas, de pasiones inexplicables.
Es por ello el sentimiento de rechazo, inquietud o temor del sevillano a la hora de escuchar la palabra cambio, la palabra movilidad e incluso la palabra evolución. Teme el hecho de que le separen de lo suyo, de que le retiren el sentimiento que año a año ha ido forjando con su imagen, su barrio o su esencia. Sevilla es una ciudad quietista, me decían el otro día y es por ello que gobernarla es un reto, un desafío reservado para valientes o para inconscientes.
Haga algo, justifique su cargo pero no haga mucho, no me vaya a toca mucho de aquí o de allá ave si la vamo a lia.
Este podría ser el diálogo imaginario de un sevillano con su alcalde, un diálogo de peluquería donde el cliente ve necesario el recorte pero acude con el terror de terminar peor de lo que estaba y que sea irremediable. A uno le apena que esta ciudad con el potencial que tiene, con su belleza, su clima y su posición no sea una ciudad referente para grandes proyectos, grandes infraestructuras, eventos de primer nivel mundial y que en cambio nos estemos peleando día a día sobre las elecciones a hermano mayor de los servitas, el tipo de manzanilla que tomaremos en la feria de dentro de 12 meses o el betis paquí y el Sevilla pallá.
Cuando nuestro actual Alcalde, con sus pros y sus contras, realiza una serie de obras peatonalizadoras para mayor disfrute de la ciudad poco menos que nos lo comemos, sin embargo posteriormente, al ser terminadas, comprobamos la belleza y la comodidad que éstas otorgan al centro histórico de nuestra ciudad, un centro histórico hecho por y para su disfrute, su paseo y su gozo. La historia le pondrá en su lugar. Pero es la idiosincrasia del sevillano( así somos, aquí estamos y así os vamos a enamorar que díria Herrera) y luchar contra ella es acudir en una barquita a un mar en tempestad, ya lo escribió Machado "Sevilla y su verde orilla / sin toreros ni gitanos / Sevilla sin sevillanos / ¡Oh maravilla!" . No es que lo piense así, porque sevillano soy y orgulloso me siento, pero muchas veces ganas no te faltan de gritarlo a los cuatro vientos.
