El tenista español Rafa Nadal enterró fantasmas al imponerse por 6-3 y 6-1 a Novak Djokovic en la final del Masters 1000 de Montecarlo.
La final llegaba en medio de una semana difícil para el serbio emocionalmente hablando y con un Rafa Nadal que no había terminado de afinar su juego en rondas previas. Pero, desde la primera bola del partido, se pudo comprobar que lo del balear había sido un simple rodaje para llegar a esta final con el tono físico y mental óptimo para deshacerse de su bestia negra. La inspiración pudo llegar de la mano de su equipo, el Real Madrid, quien hizo lo propio el día anterior en el Nou Camp para alegría de Rafa.
El encuentro se comenzó a decantar en el tercer juego del partido, cuando Nadal le rompió el saque por primera vez a Novak. Djokovic, problemas emocionales a un lado, estaba pagando sendas palizas físicas que se dio en cuartos y semifinales, especialmente en la penúltima ronda del torneo frente a Berdych. Para más INRI, el español estaba fino.
Rápido de piernas, estelar en el saque y en la selección de golpes, Nadal volvió a romper en el octavo juego, rotura que sirvió para abrir un parcial de 6-0 favorable al balear que nos colocó con un contundente 4-0 en la segunda manga del partido. El serbio hizo un amago de vergüenza torera al romper el saque de Rafa para colocarse 4-1 pero éste no estaba para sustos y con dos juegos magistrales y acabando con su tercer saque directo del partido cerró una impecable final que le proclama, por octava vez consecutiva, campeón en tierras monegascas.
Esta victoria le proporciona el récord de victorias consecutivas en un mismo torneo con 43, dos por encima de Borg, quien ostentaba el mismo en Wimbledon, nada más y nada menos. De este modo, Rafael Nadal consigue alzar un nuevo trofeo y, sobre todo, recupera sensaciones enterrando bajo la tierra de su torneo fetiche al serbio Novak Djokovic, que se había convertido en su auténtica bestia negra.