miércoles, 17 de noviembre de 2021 · 21:34
El pasado 16 de octubre Carmen Sevilla ha cumplido 91 años y esa ha sido una ocasión espectacular para poner su vida bajo la lupa. En ese contexto, Alfredo Sánchez ha escrito el libro “Carmen Sevilla, la novia de España”, una biografía exhaustiva llena de fotografías inéditas que es perfecta para recordar todas las razones por las que llegó a ser una de las figuras más icónicas de nuestro cine. Además de sus participaciones en obras y en películas de mucha trascendencia y de casi haber llegado a Hollywood, la artista sigue sorprendiendo por ese mito que ella misma se encargó de mantener vivo siempre, quizás porque veía que esa estrategia le funcionaba para mantenerse en la cresta de la ola: su aseveración constante de que había llegado al matrimonio sin conocer la intimidad de pareja.
Carmen Sevilla.
Realmente la idea anterior era un mito porque Carmen Sevilla jamás se caracterizó por privarse de las conquistas amorosas. Para quienes no la conozcan, una muy buena analogía es la de compararla con Julio Iglesias. Al igual que al “más internacional de todos”, a Carmen no se le resistía ningún hombre, aunque ella siempre dejaba en claro que con ninguno la cosa pasaría de los besos y los arrumacos, a menos que le propusieran casamiento y efectivamente pasaran por el altar antes. Si de ejemplos pioneros del feminismo habláramos, sin lugar a dudas la sevillana tendría que encabezar la lista.
Carmen Sevilla en una foto de archivo.
Carlos Arruza fue el primer novio formal de “la novia de España” y, según ella misma manifestó en alguna oportunidad, estuvieron juntos 2 años y ella lo terminó abandonando cuando él le pidió que se casaran en un plazo máximo de dos semanas alegando que no tendría que hacerse problema por el dinero, pues podría dejar sus obligaciones laborales porque él la abastecería con todo lo que necesitara. Pero a Carmen le gustaban demasiado las tablas como para cambiarlas por ese hombre que le ponía un precio muy caro a su amor, de modo que dio la historia por finalizada con la satisfacción de solo haber intercambiado algunos besos; con lo cual, su premisa de pureza seguía en pie.
Mario Moreno “Cantinflas” fue otro de los grandes amores de Carmen Sevilla, aunque en este caso el amor habría sido desparejo. El cómico fue quien se enamoró perdidamente de la actriz en cuanto la vio, no tardó demasiado en ofrecerle un anillo cargado de brillantes que la agasajada devolvió por recomendación de Lola Flores, quien en cuestión de amores también tenía mucha experiencia. Carmen y Mario siguieron siendo amigos a lo largo de los años, una amistad que se intensificaba cada vez que alguno de ellos pasaba por un bajón amoroso o una ruptura, pero, por supuesto, nunca llegaron a encontrarse en los aposentos, pues ese era el gran tabú de ella. “Es uno de los hombres que más me han gustado, el amor platónico de mi vida”, confesaba Carmen.
Carmen Sevilla y Augusto Algueró en su boda.
Con John Berry, Carmen Sevilla tuvo una experiencia digna de denuncia policial si ocurriera en estos tiempos. El hombre era el director la película “El amor de Don Juan” en la que ella participaba. Invitó a la bailarina a una cena en su casa, ella accedió porque imaginaba que allí se encontraría con el resto del elenco, pero la velada no resultó ser un encuentro de trabajo sino una cita romántica con intenciones poco claras. La misma Carmen manifestó que en esa circunstancia se sintió ultrajada y terminó huyendo descalza, pero posteriormente lo perdonó producto de las lágrimas con las que John intentó enmendar su repudiable error.
Charlton Heston, Frank Sinatra, Yul Brynner, Ricardo Fuster, Lucho del Villar son los otros nombres con los que se ha vinculado a Carmen Sevilla y que ella no ha negado nunca. Pero después de todos ellos llegó el más importante, Augusto Algueró; el músico, compositor y director de orquesta que finalmente le cumplió el sueño del casamiento. “Me enamoré de su música varios años antes de conocerlo en persona”, asegura Carmen en su biografía y fue con él que se terminó la leyenda de la eterna castidad. La historia era tan atípica que todo el mundo pensó que ese sería un auténtico cuento romántico, pero las deslealtades no tardaron en aparecer y en hacer pensar a la artista que tanta preservación había sido una auténtica necedad.