A sus 89 años, Tony Benítez (Sevilla, 1935) no se anda con rodeos a la hora de analizar un sector en el que fue uno de los pioneros en la ciudad, el de la moda y el diseño. Advierte que muchos jóvenes "se creen artistas" por el mero hecho de obtener un título, pero aún más le preocupa la situación que sufren los talleres y que él mismo ha experimentado: la falta de costureras. Por tal motivo, lleva años proponiendo que desde las instituciones públicas, como el Ayuntamiento hispalense, se fomenten escuelas de aprendizaje que eviten la pérdida de un oficio con siglos de historia, abocado a desaparecer por su mala remuneración salarial.
Tony Benítez nos recibe en la planta alta de la Fundación Cajasol.Toda una vida, conformada por varios vestidos de flamenca, batas rocieras y otros complementos diseñados por este artista sevillano a lo largo de su vida, además de piezas antiguas que pertenecen a su colección particular. Mantener tres minutos seguidos de charla con él resulta difícil, pues raro es el visitante que acude a la muestra y no se detiene para saludarlo. "Esta exposición te la debía Sevilla", afirma una de sus admiradoras a la que dedica un autógrafo.
Recién recuperado de un resfriado, con chaqueta y corbata, atiende a varios medios de comunicación . Alerta de uno de los riesgos que se ciernen sobre la fiesta: "aquello se ha convertido en un circo". Tony se refiere a los conjuntos (outfits, que dirían los modernos) que se ven estos días sobre el albero. "El diseño le ha ganado la partida a la naturalidad", mantiene el modista, quien no acaba de comprender ciertos modelos de trajes de flamenca, entallados hasta la rodilla y que se convierten en impracticables al llegar al real. "Con ellos no se puede andar, ni bailar sevillanas. Las mujeres se tienen que desnudar por completo al usar los diminutos aseos de las casetas. Incomodisimos. No los entiendo", lamenta.
Como contrapunto a esta tendencia copiada hasta la saciedad por nóveles y firmas consagradas de la moda flamenca, Tony pone de ejemplo algunos de los conjuntos que forman parte de la exposición. Ahí están las batas rocieras que diseñó para María Rosa y su Ballet Español en el espectáculo El Rocío, estrenado en 1999. La soltura y la naturalidad en las combinaciones constituyen la base de unas prendas para las que se inspiró en los dibujos que decoran los antiguos pañuelos con los que las peregrinas cubrían el pelo para salvaguardarlo de la polvareda del camino. También tomó de referencia sus propios recuerdos. "La primera vez que fui al Rocío tenía 16 años. Con Triana venía la carreta de Bernardo de los Reyes, de Castilleja de la Cuesta, todo un personaje de la época. Lo acompañaban Lola Flores y Paquita Rico. Lucían trajes que nada tienen que ver con la sofisticación actual", apunta.
El origen de los trajes de flamenca "antinaturales" coincide, quizás, con el momento en que se empezó a emplear la expresión "alta costura" en este traje regional. Benítez rehúye de tal calificación. "La alta costura es un concepto francés que exige muchos requisitos que no siempre se cumplen", aclara Tony, quien prefiere usar una definición menos grandilocuente: "En España siempre hemos hecho buena costura, una labor artesanal, de enorme mérito y en peligro de extinción".
"Si la moda española ha traspasado fronteras y ha sido conocida a nivel mundial es por la labor que durante siglos han ejercido las costureras. Sin ellas, no hubiéramos alcanzado fama", sentencia. La figura de esta profesional es insustituible en una época marcada por la prisa. "Es un trabajo que requiere esmero y tiempo, pues supone mucha precisión".
Foto Antonio Rendón Domínguez