Ayer, Triana acampó en Palacio; todo se detuvo un instante al atardecer, para recibir a la hermandad, que se disponía a vivir la última noche del camino de ida, una noche fría, empapada de magia y emociones que la hace inolvidable.
El de este año, ha sido un camino atípico, solo teñido de azul por la enfermedad de los bueyes, que han sido sustituidos por mulos, y nos han regalado estampas desconocidas hasta ahora de la carreta del Simpecao, por lo demás, el cielo se ha puesto su capote de agua, y a cubierto de gris casi todo el recorrido de esta romería rociera, que no se amedrenta ante las inclemencias del tiempo, muy al contrario, se crece en las dificultades y, los peregrinos se arraciman alrededor del Simpecao, para que lo le falten los cantos y los rezos en ningún momento.
Todo el esfuerzo y los avatares del camino se verán recompensados hoy, cuando Triana haga su presentación ante las puertas de la Ermita de La Virgen del Rocío, acompañada por cientos de peregrinos que lloraran cantando, Aquí estamos otra vez, para decirte que te queremos otra vez
Es un llanto inevitable que nos alivia el peso del alma, nos hermana, nos reúne y nos consuela. Va más allá de creencias religiosas y dogmas nos despoja de los prejuicios y las apariencias, nos pone en hora el reloj del corazón, nos deja encuero a los niños y niñas que somos y, solo queremos querer y que nos quieran. Si podemos sentir esto por un momento, habrá merecido la pena un año más de camino. ¡Adelante la Hermandad de Triana!.