Desde que murió su madre hace cinco años, Francisco Rivera no ha faltado ningún año a su cita con la Hermandad de Triana, para peregrinar hasta la aldea almonteña y ver a la Virgen del Rocío. Francisco reconoce que la mejor herencia que me ha dejado mi madre han sido mis amigos. Sus amigos, sus costumbres y su forma de vida, porque el mayor de los tres hijos de Carmen es quien más se parece a ella en carácter, forma de ser y amor por las tradiciones de su tierra.
Francisco disfruta mucho haciendo el camino del Rocío porque es también su homenaje personal a su madre, a la que tanto quiso y a la que tan presente sigue teniendo en su vida. El torero, acompañado de un grupo de íntimos amigos entre los que se encontraba su mozo de espadas, nacho, el hermano de este, Francisco, Miguel y Curro Puya, amigo de la infancia, entre otros, realizó a pie el camino, desde el barrio de Triana, al paso por Castilleja de la Cuesta. Con su sombrero, la vara de romero, pañuelito al cuello y sobre el pecho dos medallas: la suya y la de su madre. Una con el cordón más gastado, la otra con un cordón más nuevo, pero las dos con la imagen de la Virgen del rocío a la que tanta Fe profesó Carmen Ordóñez y a la que tanta fe sigue teniéndole su hijo mayor.
Muchas fueron las muestras de cariño que el torero recibía continuamente, las suyas y las heredadas, en Triana Francisco Rivera se siente como en casa.